¡Nótame, idiota!

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Pensaba profundamente bajo la lluvia artificial, con las gotas bajando por su tatuado cuerpo con perforaciones en lugares un poco inusuales. Tenía a cierto muchacho con tattoo de alas en la espalda rondando por su cabeza.

Los cuñados del chico de ojos ámbar le habían comprado un celular nuevo, debido a que Tōya había roto el anterior “accidentalmente”. Dabi agradeció el amable gesto por parte de sus hermanos, pues de lo contrario Keigo le hubiese aplicado la ley del hielo por un buen tiempo, pero no del todo. Odiaba ese aparato más que a su padre. Y eso de por sí ya era mucho.

Pasaba todo el maldito día y la maldita noche con los ojos puestos sobre la rectangular pantalla táctil del smartphone, haciendo sabrá Ebisu qué, logrando frustrar al mayor sin siquiera esforzarce en ello. Oh, y ni hablar de cuando se coloca los auriculares, ¡eso era aún peor!

Todoroki no es sensible, para nada, pero cuando se trata de ese rubio que lo traía loco, todo se descontrolaba. Se sentía excluido, ignorado. ¿Qué tenía ese cacharro que Takami le prestaba más atención que a él? ¿Por qué se divierte más con el móvil que con él? La verdad, hubiese preferido que lo cambie por Jin que por esa cosa del diablo.

Ah, y esperen, que eso no es todo.

Lo que más le traía preocupado al chico de tatuajes es que su amado rubio no quería hacerlo. ¡No quería! Se acostaba en la cama y cuando le decía alguna indirecta o lo tocaba, le respondía:

“—Ahora no, honey, estoy hablando algo importante.

Y ya, más nada.

Sabe que una relación no se basa solo en sexo, pero vamos, la intimidad también es algo importante. No iba a mentir, se traía tremendas ganas guardadas desde hace dos semanas. ¡Dos putas semanas! La actividad sexual entre la pareja había disminuido notablemente, y todo por culpa del teléfono. Maldice con todas sus fuerzas al infernal regalo de sus hermanos hacia su novio.

Él podía ser un monstruo, un pesado, sarcástico, bruto, salvaje y lo que quieran, pero no le iba a poner un dedo dentro a Keigo sin el consentimiento de este. Ni loco.

Salió del baño con una toalla puesta alrededor del cuello, con el cabello mojado y oliendo a jabón masculino. Se había duchado porque ya le tocaba, ayer no lo hizo. Miró hacia la cama y una corriente eléctrica lo recorrió desde la punta del primer pelo hasta el final del último dedo del pie.

Takami estaba acostado en la cama, boca abajo y con una almohada bajo su pecho desnudo. En realidad, estaba completamente desnudo, se había bañado antes que Dabi y no se empeñó en ponerse al menos un bóxer. Sólo lo cubría la fina manta blanca, pero que bien se le marcaban las redondas nalgas debajo de esta. Se relamió los labios como si fuera una pantera que no comía en días y tuviese delante de él a un animal indefenso.

—Bebé, ponte algo, te vas a resfriar —habló dándole la espalda con tal de no descontrolarse, colocándose una camiseta para resguardarse del frío del aire acondicionado. Sin embargo, no obtuvo respuesta alguna por parte de su novio.

Se puso un bóxer negro y se giró. Al observar mejor, se dio cuenta de que tenía el puto celular entre los finos y delicados dedos de sus manos, tal vez revisando sus redes sociales. No se había percatado por estar viendo otras cosas. Mal, Tōya, debes mirar más allá de lo que ves, no te dejes provocar por tan perfectos glúteos, o esa cintura de infarto, ni por las piernas largas y sensuales. Aunque hasta Buda caería por él.

—¿Quieres jugar un rato? —inquirió con un deje de picardía en su ronca y, de por sí, sexy voz.

Silencio. Eso fue lo que recibió por parte del ojiambar.

「Notice Me, Idiot」 [DabiHawks +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora