Me, Lee Donghyuck.

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Donghyuck, a sus diecinueve años, es una persona agradable de vista... O eso decían sus papás. Con ojitos de cachorro y sonrisa de niño pequeño que lo hacía resaltar en una multitud; las piernas largas y cuerpo curvilíneo eran un plus para él.

El moreno sonrió frente al espejo detallando en cómo el pantalón del uniforme resaltaba sus piernas.

–Estoy buenísimo, yo sí me daba.– Se rió de sus propias palabras antes de cerrar la puerta y salir de la casa.

Donghyuck no gozaba el usar transporte público. Las personas se acumulaban en la parte delantera y terminaba con unas cuantas manos encima que lo incomodaba. Por eso, desde que su padre estropeó el automóvil - y Taeyeon le reñía porque "Donghyuck estás grande para que sigas dependiendo de Baekhyun"- decidió empezar una rutina.

La alarma sonaba a las seis y media de la mañana, una hora prohibida y agotadora para su cuerpo; se bañaba y arreglaba para finalmente estar listo a las siete. 

Donghyuck podría enumerar las fallas que tenía su plan.

Para empezar era un hombre difícil de levantar, por lo cual esa mañana aplazó por media hora el aparato.

Así, ahora con el sudor escurriendo por su frente logró alcanzar la gran maquina que terminaría por llevarlo a su destino, pero cuando la puerta automática se abrió, empezó su tormento.

Sintió los brazos de las personas tocándole a medida que entraba en busca de una esquina libre. El adolescente podía jurar que la anciana tres asientos delante se reía de él, con la cara perlada de sudor y las mejillas carmesí.

Es que se echó el trote de su vida, mierda. Contaba los días para que su padre arreglara el maldito cacharro que los movilizaba.

Con la agilidad que su cuerpo joven le permitía, no como el de la anciana, ¡Oh no! ella bien podría irse sentada, no sentía celos; se ubicó de pie al lado de unos asientos y sostuvo su mochila fuertemente tanteando con su diestra los bolsillos para confirmar que su celular siguiera en estos.

Lo desbloqueó con temor y visualizó los números, 8:15. Un jadeo escapó de sus labios llamando la atención de la persona sentada frente suyo.

Los pequeños ojos del moreno se dirigieron al cuerpo dispuesto a cuestionarle con la mirada, pero se detuvo al observar unos ojos aún más pequeños que los suyos formando una eyesmile hacia su persona. El hombre sentado allí era bellísimo, probablemente mayor que él, pero con cara de niño.

Como el colegial que era apartó la mirada con las mejillas sonrojadas.

Ese hombre era muy sexy.

Esporádicamente empezó a lanzarle miradas al desconocido. Donghyuck no es un joven tímido, pero el contrario sí. Lo descubrió cuando en una de esas ojeadas sus miradas chocaron y las mejillas del rubio se colorearon de rojo.

Así siguió hasta que se acercaron a la parada donde debía bajarse.

En un movimiento brusco del conductor, el menor chocó su pelvis con el hombro del contrario y susurró unas disculpas sintiendo sus orejas calientes.

Como pudo se abrió paso entre el cúmulo de personas para pisar suelo aún con la vergüenza en su cuerpo. Observó su reloj, 8:30. Suspiró y tarareando una canción caminó hacia la entrada del colegio.

Igual siempre llegaba tarde.

El gran portón lo recibió junto con la guardia de la institución.

–Quinta vez que llega tarde en la semana, señorito Lee.– le riñó la mujer. Donghyuck sólo se rió con ella, eran de confianza.

Seguido el joven llegaba tarde y en sus horas extra, -que eran en realidad casi siempre por sus retardos-, le hacía compañía a la señora hasta que ella se acostumbró a su presencia y le empezó a tratar como un hijo.

bus • nohyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora