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Después de un rato de caminar sin rumbo alguno y parar en uno que otro local, Jimin y Jungkook terminaron entrando a un lugar que tenía una cantidad de personas considerablemente alta, pero que había llamado la atención de Jimin al ver como la gente no paraba de desprender energía positiva, haciendo que incluso Jimin, quién no había entrado al sitio, recargara energías con solo verles y quisiera entrar a divertirse junto a ellos.  A Jungkook le sorprendió un poco la elección de Jimin, pero sin duda alguna estaba dispuesto a complacer los deseos del rubio y hacer una parada en aquel paraje.

El sitio era vibrante y no se oía casi nada de inglés, lo que sorprendió bastante a Jimin, aunque luego tuvo sentido cuando Jungkook le explicó que habían entrado a un local que pertenecía a personas latinoamericanas. Jungkook le habló que durante toda su adolescencia vio sitios de este estilo regados por la ciudad y que era muy normal que locales provenientes de aquella zona del mundo fueran igual de llamativos e interesantes como el lugar en que acababan de poner sus pies. Al principio, Jimin pensó que su entrada sería denegada por todo el tema de la mayoría de edad, pero luego de que Jungkook insistiera como por veinte minutos al sujeto que atendía la puerta, el robusto hombre de cabellos negros los dejo pasar solo con la condición de que Jimin no tocara ni una sola gota de alcohol.

Jimin y Jungkook aceptaron la propuesta, pues ninguno de los dos tenían intención alguna de ponerse ebrios.

Jungkook, realmente había querido entrar por la comida, ya que, recordaba haber probado de una de sus compañeras de instituto, un platillo que vio en el cartel de la entrada y quería volver a hacerlo. Mientras que Jimin, había querido entrar desde que vio a un par de chicas bailando un tipo de música que él jamás había bailado, pero que parecía completamente tentador y agradable.

El sitio estaba tan abarrotado que no consiguieron donde sentarse, las mesas de madera clara que adornaban el lugar estaban todas ocupadas y en la barra, exclusivamente estaban personas ingiriendo alcohol. Jimin quería evitar mezclarse con ellas para evitar malentendidos y que le sacaran del local, por lo que, luego de que Jungkook pidiera una orden de algo que era completamente desconocido para él, terminaron yendo a la parte trasera del local, sentándose sobre unos muros de ladrillo desgastado. La música aún se oía claramente, pero ahora no podían mezclarse con el resto de personas.

Para muchos, aquello habría sido algo poco agradable, pero para Jimin, resultaba completamente agradable. Jimin prefería ese escenario, sin duda alguna. Podía seguir disfrutando de la música que recién había descubierto que existía, mientras disfruta de la comida y la compañía de Jungkook a solas, sin el agobiante ruido de las voces por todo el sitio.

Fue cuestión de segundos para encontrar un muro lo suficientemente decente para sentarse y el pelinegro no dudó ni un instante en ir a por ello. Jimin le siguió el paso, miró a Jungkook dejar la bolsa de comida de lado y frunció el ceño al sentir las manos del más alto rodeando su cintura, cargándolo para subirle al muro en un solo movimiento ágil. No lo malentiendan, le gustaba que Jungkook hiciera aquel tipo de cosas, pero simplemente era un poco extraño verle permitir que ocurriera tanto contacto físico entre ambos. Sobre todo, era extraño que durante toda la noche, Jungkook haya querido tomar la iniciativa más veces de las que podía contar con los dedos de la mano. Jimin sonrió inevitablemente en señal de agradecimiento y segundos más tarde, Jungkook subió al muro de un brinco, sentándose junto a él.

Jungkook miró la bolsa con los ojos llenos de brillo y cuando dejó salir el plato de comida, Jimin no tuvo idea de que era aquello.

—Estas, están hechas de harina de maíz —dijo Jungkook—. Son muy ricas, lo juro —sonrió con entusiasmo al abrir la bolsa—. Tenía una amiga en el instituto, su nombre era María Valeria, solía llevar siempre junto a otros platos de su país que, oh, Dios. Eran una delicia —los ojos de Jungkook desprendían un brillo gracioso para Jimin, tomando en cuenta que hablaba de comida. La emoción de Jungkook, no hacía más que darle curiosidad por el sabor tan prometedor de la comida—.  Y estos  —continuó abriendo la bolsa, mostró algo que parecía ser tener el tamaño de un dedo, pero con una textura mucho más apetecible— Están hechos de harina de trigo y están rellenos de queso. Personalmente, podría comer miles de ambos, siendo sincero.

MIAMI 本 KOOKMIN MINI FICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora