Prólogo

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Avanza vacilante, carente de rumbo.

Conoce este lugar, cómo no hacerlo? Es su escuela secundaria. Los pasillos profundos que en sus mejores tiempos albergan decenas de adolescentes alborotados, hoy se hayan vacíos. En un tenebroso silencio que le pone de punta los pelos del brazo, se frota, pequeña y en soledad. Que estoy haciendo aquí? Se pregunta a la par que su cabeza gira a todos lados, esperanzada en encontrar alguien que pueda responderle. En el pobre reflejo del cristal de la ventana a su derecha vislumbra que no porta uniforme. No lo entiende. Tampoco sabe qué es eso que no entiende. Donde debería estar si no es en el colegio? Debe haber tenido un mal sueño.

La ventana más cercana ofrece una vista similar a la que la rodea dentro del complejo estudiantil; soledad. El campo de soccer, el pequeño jardín frontal, los asientos oxidados junto a los rosales y el enrejado abierto. Sigue sin dar con señales de movimiento, de vida.

Una melodía se cuela entre la capa de espeso silencio, penetrando sus oídos, captando su entera atención. Es precioso. Esa voz. Suaves acordes rebotan contra las paredes, amortiguados por el eco de sus pasos desorientados. Llega al final del pasillo, de pie a las escaleras donde la música suena un poco más clara, ella eleva la mirada al pedazo de cielo que se asoma por el ventiluz y el viento sopla acariciandole el rostro mientras aquella voz acaricia su alma.

Es él. No cabe duda alguna.

Sus piernas suben, flotan sobre los escalones con la ligereza del sentimiento que la abraza al imaginarlo cantando: Sus ojitos marrones escondidos bajo largas pestañas, huyendo de ella pues nada le pone más tímido que cantarle. Sus entrañas se retuercen ansiosas por verle, pues de algún modo, siente que no lo ha topado en años. Y cual extranjera caminando a prisa por los pasillos de la segunda planta, se pierde entre las puertas y ventanales. Qué me sucede? Debe ser que la noche anterior se fue a la cama inmediatamente después de  cenar más de la cuenta. Aunque, eso tampoco lo recuerda. Y le enoja un poco no poder recordar buena parte de nada, pero le deja ser cuando su visión enfoca una puerta abierta al final del hall.

Un cosquilleo eléctrico la recorre de la cabeza a los pies, deteniéndola en seco frente al salón de música. Ahí está. Sentado en el banquillo alargado del piano de cola, dándole la espalda, doblado hacia el frente sobre una guitarra acústica. Es él. Sin embargo, su sonrisa dura poco pues la voz del hombre se quiebra al cantar con fuerza, casi como si deseara desgarrarse la garganta. Su cuerpo se detiene inerte a escasos metros de él, quien no se ha enterado de su intromisión.

"Si cierro mis ojos otra vez, los recuerdos que pasamos juntos serán devueltos..."

Dentro de la lista de cosas que no entiende, ahora se encuentra el dolor que la voz de Seokjin transmite. Uno agudo, agonizante, que le quema el pecho y devora cada célula de su organismo. La canción es hermosa y dolorosa casi por igual. Camina despacio los pasos que le separan del muchacho y se sienta a su lado. Él termina la canción con lo último que queda de su voz, tirando de las cuerdas perezoso en los últimos acordes. Coloca el instrumento en su sitio a un lado y se deja caer abatido sobre sus rodillas, subiéndose los dedos por el cabello, estrujandolo con tal fuerza que bien pudo arrancarse mechones. Las deja caer, rendido. Su espalda comienza a subir y bajar en delicados sollozos que le parten el corazón a la chica sentada a su derecha. Qué le sucede Dios mío. Jinnie, qué pasa? Que te pasa?

Y como si la escucharla, como si su telepatía funcionara, levanta la cabeza, devolviéndole la mirada de repente. Lleva el cabello oscuro, largo y abundante cayéndole sobre la frente, pegándose a sus mejillas empapadas. Su rostro entero está pintado rojo. Sus labios, que en su estado natural eran ya pomposos, ahora abultados en un puchero tierno y lastimoso, se ven hinchados por la humedad de sus lágrimas, rojos casi raspando a un morado alarmante. Y sus ojos. Padre santísimo, sus bellísimos ojos chocolate se hayan fundidos en una profunda oscuridad que se siente asfixiante, brillantes por las lágrimas que surcan al verla, pidiéndole algo que no logra decodificar.

Tonight. Esa es la canción que acaba de cantar. Cómo lo sabe? Se cuestiona. Esto rápidamente pierde importancia cuando otra gotita abandona su lagrimal.

Con una mano ella le retira los mechones que se adhieren a su piel, él se deja hacer, deleitado por el dulce roce de aquellas manos que le tocan con delicadeza. Su otra mano se une y sostiene de lleno sus mejillas, limpiando con el pulgar gota tras gota. El silencio más pesado por existir les acobija y Seokjin aprieta los ojos con fuerza, lleva los párpados hinchados. Cuánto haz llorado, Jinnie? Y mientras ella pregunta eso a sus adentros, el joven hombre se restriega en sus palmas, queriendo desaparecer en su piel, derretirse en sus manos.

Entonces una palabra martillea su cabeza.

Ella. Llora por ella.

Ella? Quien es ella? Frunce el ceño. Quien te ha hecho daño? Quien esa mujer que te ha partido a pedazos? Dime, por favor. Implora en silencio porque no tiene voz, obligándolo a volver al elevar su mentón. Dos ojos enormes, los más hermosos que jamás haya visto, la examinan. Ella en cambio repara en lo irritado que lleva las líneas de agua y esas adorables bolsitas que se forman debajo de sus ojos. Parpadea de forma particular, como hidratándose. Ella sonríe pequeñito. Jamás se le quitó esa manía.

Los labios de Seokjin crean un espacio por donde coge aire. Quiere decirle algo, y ese algo le duele como el mismísimo demonio. Lo sabe, lo ve en como la esquiva, contrariado. Qué es? Puedes decírmelo. Anda. Dímelo. Lo anima, nuevamente, sin soltar palabra.

Es cuando lo hace, cuando suelta dos palabras que apenas logran formular una oración que descubre quién en le ha hecho esto. Quién le ha arrebatado la vida. Pues de Seokjin, ese Seokjin que ella conoció no queda nada.

Nada del que reía a sus propios chistes y sonreía orgulloso, aun cuando nadie más lo hacía. Al que le venía importando un bledo que fuera viernes por la noche, disfrutar horas hundido en el sofá viendo animes y comiendo ramen siempre sería el mejor plan. Quien hacía cuanta cosa para sacarle una sonrisa. Pues...

Lo siento, Hyori.

Es su culpa.

이밤 (Tonight) | Kim Seokjin ONE SHOT Donde viven las historias. Descúbrelo ahora