Capítulo 1- El primer verso

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Me llamo Zoé, conocí a Oliver el primer año en escuela secundaria, él había llegado al vecindario para ese año escolar y por desgracia o fortuna estaba presente en la misma escuela que yo, desde el primer día que le vi, me dio una buena pinta, sin embargo, no me interesaba. Él no tenia amigos, no conocía a nadie, al menos yo tuve un reencuentro con algunos compañeros del colegio primario; por empatía me acerque a el, ya que de todas formas lo vería seguido, era mi vecino.

Platicábamos muy seguido, me parecía interesante todo lo que me contaba, me platicaba de sus experiencias en las diferentes ciudades que ha estado, en tan poco tiempo se moldeo una buena amistad, ambos compartíamos gustos muy poco comunes, a ambos nos deleitaba comer cubitos de hielo; pasábamos las tardes viendo el cielo en la terraza de alguna de nuestras casas, hasta que saliera la primera estrella, compartiendo momentos, sueños y algún chiste para divertirnos, la verdad, era una buena compañía a la edad de doce años.

En la escuela éramos inseparables, no importo el hecho de que nos colocaran en distintos grupos, seguíamos pasando la mayoría del tiempo juntos. Conocí más detalladamente a Oliver, no había pasado mucho tiempo y ya sabía de su colección de dinosaurios, desde el más pequeño al más grande, estaban en un estante al lado de su cama de colcha color azul (su color favorito y el mío), tenía buenos gustos, yo envidiaba esa colección de dinosaurios al igual que la de estampillas postales de todos los lugares a los que ha viajado, tenía tantas que era impresionante, yo si acaso tenía la del correo postal de mi ciudad.

Un par de párvulos andando por cuatro cuadras en dirección a la escuela, todas las mañanas, de lunes a viernes; los fines de semanas no eran la acepción para andar juntos desde temprano, las tardes anteriores que pasábamos juntos creábamos listas de utopías que se creaban día a día. A ambos nos agradaba la poesía y los versos, la única diferencia es que a él le complacía leerla y a mi redactarla. Era interesante y deleitable pasar el rato con él; somos hijos únicos, así que nos complementábamos perfectamente.

Al redactar, incluso un trabajo escolar, mi perspectiva era profunda y sentimental, cada que Oliver se percataba de que me encontraba escribiendo para mis proyectos escolares, él me animaba con su entusiasmo y confianza en mis capacidades. Una tarde que nos encontrábamos en la terraza de mi casa jugando ajedrez, comenzó a caer la lluvia, entonces Oliver dijo:

-Haz lo que sabes hacer, yo sé que te apetece, la partida puede esperar-.

Entonces cogí mi diario verde y mi bolígrafo que se encontraban en la mesa de centro, tomando asiento en el piso tras la ventana y surgió lo siguiente:

"Cuando cae la primera gota,

principia el concierto del golpeteo,

entre chicas y grandes siguiendo la misma nota,

deleitarme en su melodía, mi único deseo."


- ¡Listo! - exclame al culminar. Oliver solo asentó con la cabeza haciéndole parecer bueno el verso. Y sin nada más que decir, seguimos con el juego.

Mis escritos aún eran pequeños versos, pero al redactar esos pequeños versos, se creaba un ambiente solaz en aquella habitación de paredes con efecto soporífero. Entre las pláticas con Oliver le confesaba uno de mis deseos anhelados... escribir de todo tipo de versos, historias carteadas repletas de poesía, libros con versos y poesía sentimental, y a todo esto ser reconocida por mis obras e ingenio, creo que en repetidas ocasiones pude aburrirle por hablar de lo mismo, sin embargo, el seguía escuchando con atención. Al contar yo mis sueños, recíprocamente el compartía los suyos conmigo, vaya que tenía una variedad, muchos eran inestables y versátiles, pero aun así escuchaba cada uno de ellos.

Se convirtió demasiado especial aquel verso redactado esa tarde encapotada, cuando Oliver, unas horas después despidiéndose para ir a casa, dijo:

-Prometo estar a tu lado cuando la gente reconozca cada una de tus obras, ahí estaré-.

Tras esa promesa alentadora, respondí con una sonrisa y un "Buenas noches", como despedida. Esa noche me fui a la cama feliz, sabiendo que tenía un verdadero amigo.

Te regalo mis versos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora