Sonrisa brillante, cabello rubio, revuelto y esponjoso, era lo que más caracterizaba al larguirucho niño de 9 años, en sus ojos se podia ver que aún no conocía la maldad del mundo en el que había sido concebido; con menos de una década de nacido era un ser sumamente inocente, un ser de luz, totalmente maravilloso.
Poseía una piel de porcelana, lechosa, sin imperfección alguna, tan delicada, blanca y con tonos rosáceos, totalmente improfanada.
Rostro delgado expresivo y jovial, un par de hoyuelos se posaban en sus mejillas ahuecadas, su mentón puntiagudo le daba un aspecto varonil, de manera que el esbelto niño sin duda era llamativo a la vista, amable, generoso y atento con todos, siempre dispuesto a darle una mano a quien lo necesitase.
Siempre vestido con un pantaloncillo de mezclilla, era su favorito, estaba gastado, el tiempo había pasado sobre aquella sagrada prenda, pero aun así la empleaba, usaba además un suéter blanco acorde a su complexión y una casaca amarilla despampanante con zapatos rojos brillantes, que más parecían botas de lluvia. Albinas piernas atléticas eran sacadas a relucir de vez en cuando el infante decidía ponerse algún sencillo short, esas eran las prendas de ensoñación del pequeño Venus Bright. él con nombre llamativo y único, labios rosados siempre húmedos y una sonrisa brillante capaz de cegarle los ojos a cualquiera, le faltaba un diente, pero sin duda era hermosa.
Cabello alborotado con hebras rubias y destellos cobrizos. que al contacto con el sol resplandecían incandescentemente, mechones rebeldes se posaban en su cabeza, imposibles de ser peinados, onduladas hebras cubrían su frente lisa. Su madre le había dicho que tenía ojos de color cambiante, verdes azulados ante la luz y grises en la oscuridad, changement era la palabra que su madre usaba para describir perfectamente la tonalidad de sus iris. Pestañas largas y aglomeradas adornaban sus orbes cambiantes, estéticamente hablando era la envidia de toda mujer. Cejas castañas y espesas, arqueadas ligeramente a un costado, sacaban a relucir su mirada suave y amable, sin duda risueña y soñadora. Junto a una fina, larga y puntiaguda nariz, su habladora boca era pequeña.
Todos esos detalles lo hacían sin duda un ser maravilloso, sumamente vulnerable ante las adversidades de este mundo.
