Desasosiego

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El hombre necio con amor estulto necesita un empuje doloroso para valorar su propio sentir

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El hombre necio con amor estulto necesita un empuje doloroso para valorar su propio sentir.

Una cuantas nubes se asomaban en el cielo pero el leve calor de la tarde se podía sentir ferozmente en su piel a un grado que había comenzado un malestar en su cabeza. Jericho sintió un pequeño mareo lo que provocó que detuviera su andar y se sostuviera de un árbol cercano, aquello no pasó desapercibido por el pecado de la avaricia, quien inmediatamente se acercó a la chica con una expresión de preocupación y duda.

—Estoy bien, creo que fue toda la adrenalina de la batalla.— dijo la pelilila antes de que el bandido expresará una palabra. Eso no era necesario, tan solo con mirar su rostro podía descifrar el mensaje oculto. Respirando un poco más, la chica se enderezó lista para continuar con el trayecto pero la mirada que le dedicaba el hombre le aseguraba que eso no iba a pasar.

—Jericho seguiré insistiendo en regresar a Ferzen para que te recuperes.— habló Ban de forma tranquila pero firme, aún aborrecía el nulo interés de la chica por su bienestar.

—Ban agradezco mucho tu preocupación pero como ya te lo dije estoy bien.— la aspirante a Caballera Sacra se tomó un momento antes de continuar. —Debemos darnos prisa si queremos encontrar la entrada del templo antes de que la luz solar se desvanezca. La lucha anterior nos arrebato tiempo escencial y perdimos un poco la orientación.

El peliazul solo suspiró cansado, era la séptima vez que intentaba hacer entrar en razón a la mujer terca que tenía por acompañante, tal parecía que la preocupación era únicamente de él y, dentro de si, sabía que tenía razón. Aún tenía dudas respecto a la forma casi instantánea con la que los subordinados de esos desgraciados habían muerto, algo que no tenía mucho sentido, y que había tomado parte de sus pensamientos durante su caminata.

Por su parte, Jericho no sabía cómo mantener un paso firme hasta llegar al templo, la cabeza le daba vueltas y una serie de escalofríos comenzaba aparecer en su cuerpo, pero había sabido disimularlos muy bien. No quería ser una molestia ni mucho menos una carga para el pecado de la avaricia, solo esperaba que en su destino tuvieran una alternativa para ayudar con su malestar.

La chica intento dar dos pasos adelante pero justo cuando dió el tercero perdió el equilibrio y cayó al suelo. En un movimiento rápido el pecado de la avaricia se acercó a auxiliar a la chica, el desasosiego comenzó a surgir por su cuerpo del masculino.

—Estoy bien, solo necesito un respiro, estoy bien...— Jericho trató de expresar pero sus palabras salieron sin fuerza. En la lejanía podía escuchar la voz del peliazul y sentir su cuerpo pegado al suyo, intentó mirarlo a los ojos para asegurarle que estaba bien pero su cuerpo no respondía, de pronto una serie de puntos blancos aparecieron en su vista y la oscuridad la envolvió.

Ban notó como la fémina poco a poco perdía el conocimiento, por supuesto que no estaba bien, al tomarla en sus brazos se percató de los pequeños espasmos que su cuerpo sufría, por lo que trato de reanimarla pero nada funcionó. Sin ninguna pizca de duda, el pecado de la avaricia cargó con delicadeza a Jericho y comenzó a caminar rápidamente de regreso al pueblo, tendría que hallar un médico que pudiera atender a la chica. Pero antes de que pudiera avanzar un poco más y, sin que se diera cuenta, una feroz tormenta comenzó azotar el área, sin dar tregua alguna. El chico intentó proteger el pequeño cuerpo femenino de las gotas de agua pero sus esfuerzos eran en vano, sabía que no podía continuar su andanza con la pelilila bajo la lluvia, podría afectar aun más su estado de salud. Derrotado y frustrado, el pecado de la avaricia busco apresuradamente con la mirada algún sitio que pudiera funcionar como protección ante el torrencial y, sin esperar mucho, la visión de lo que parecía ser una cueva pequeña apareció en su vista. Sin dudarlo, ingreso a la caverna con Jericho entre sus brazos, hizo una inspección con la mirada, buscando algún indicativo de algún peligro que pudiera afectar a su acompañante pero no encontró nada similar. Con mucho esfuerzo el peliazul coloco en el suelo a la chica, no sin antes asegurarse que fuera seguro y cómodo para ella, utilizó su bolsa de viaje como almohada y un trozo de tela que Jericho cargaba como protección del frío. Rápidamente Ban comenzó a reunir cualquier cosa que pudiera funcionar para armar una pequeña fogata, la cual podría brindar calor a la pelilila y evitar que su estado físico empeorará.

El Santo Grial [JeriBan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora