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La comida familiar había sido un completo desastre. Después de que el hijo menor de Imperio Alemán le dijese a Weimar eso de «¿Por qué no te metes en tus asuntos?», ambos hermanos comenzaron a pelear verbalmente.

Como resumen final, se podía decir que Third Reich había acabado por tirarlos a todos de su casa a patadas. Sus dos aliados y Alemania habían sido los únicos que habían quedado en la casa.

El alemán mayor se sentó sobre el sofá, agotado. Odiaba las comidas familiares. Acariciaba a Blondi, quien se encontraba a su lado. Parecía cansada, y eso que la pastora alemania no había hecho exactamente nada más que pedirle cariño a los alemanes durante la comida.

A su otro lado estaba Alemania. Third Reich tenía su otra mano sobre los ojos del menor, como si fuese un niño pequeño, para evitar que su hijo pudiese girar la cabeza y ver a Italia Fascista y a Imperio Japonés besándose sobre el sofá. Ni siquiera él se atrevía a mirar.

Durante la comida, Italia Fascista había agarrado la mano del japonés, y este no la había soltado. Una vez había acabado la comida, ambos se habían puesto muy sentimentales y cursis. Aunque al menos se habían perdonado y volvían a ser pareja.

En ese momento, el móvil de Alemania sonó y se levantó del sofá para dirigirse hacia otro sitio a hablar. Su padre observó con desagrado que se trataba de Rusia.

—Reich—llamó Imperio Japonés, que se encontraba al lado de Italia Fascista, muy sonriente. El alemán, con algo de miedo, giró la cabeza y soltó el aire que había estado reteniendo al ver que tan sólo estaban medio abrazados. De hecho, el uniforme militar de Italia Fascista estaba lleno de pelos de gato, pero el italiano ya estaba acostumbrado.

El japonés se acercó al alemán, con una sonrisa.

—Ayer me dijiste que si te ayudaba a encontrar a Italia Fascista me acariciarías—habló, con un leve ronroneo. Third Reich quedó algo pálido. De saber que iban a encontrar al italiano, se hubiese quedado callado.

Al final decidió recurrir a la vieja confiable.

—Yo nunca dije eso.

Imperio Japonés maulló molesto, y le dio un cabezazo en el hombro.

—Sí lo dijiste.

—No

—¡Sí!

—No.

—撫でてくれないと切っちゃうよ (Acaríciame o te rajo)—Ordenó el japonés, cruzado de brazos, mientras golpeaba el sofá con su cola felina, enfadado.

—Mach es, komm schon. trauen Sie sich. (Hazlo, venga. Atrévete) —respondió el alemán, con burla.

Chilló cuando notó que Imperio Japonés le arañaba con fuerza su uniforme militar. Blondi gruñó.

—¡Está bien!—Habló por fin Third Reich, cubriéndose la cara con los brazos para evitar recibir arañazos ahí. Imperio Japonés se detuvo.—Te acariaré.

El asiatico maulló, feliz, antes de quitarse de encima del alemán y enroscarse como un gato, a la espera del menor. Third Reich gruñó para después comenzar a acariciar la cabeza y el cuello del japonés, mientras este ronroneaba todo el tiempo.

Apenas llevaba unos segundos dedicándose a ello, cuando el alemán notó un tirón de la manga de su mano derecha, la cual acariciaba la barbilla de Imperio Japonés.

Giró la cabeza y pudo ver allí a Blondi. Había agarrado con la boca la manga de su uniforme militar y tiraba de ella un poco, reclamando atención. Su dueño había dejado de acariciarle así porque sí, y eso no le gustaba. Le miró, emitiendo un leve lloro, y el alemán no pudo resistirse a la ternura de la pastora alemana.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora