Prologo

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Amissa.

Luca Ross era considerado un joven brillante, con un gran futuro dentro de los mercaderes. Su padre, Dylan Ross, un gran comerciante dentro de las excéntrica tierras de Amissa, a menudo le gustaba regodearse de la trayectoria escolar que tenía su hijo, al igual de la opinión aprobatoria que le daba el Duque se aquella región. Cualquiera que no lo conociera verían de él una figura segura y de buen gusto quien sería el heredero de los grandes comercios Ross.

Pero Luca sabía que era todo lo contrario.

Principalmente sabía que no era "brillante", como a todos les gustaba decir, pues varias de sus materias fueron pasadas gracias a su amigo Tobías James, a quien, si consideraba un erudito, Luca a su lado parecía...bueno, tonto.

Recelaba de la gente que se acercaba de repente en todos los eventos que asistía; muchos se le acercaban con el único motivo de unirse a él. Luca se había adentrado en la famosa edad casadera y es algo de lo que todos estaban al tanto, especialmente las hijas de los amigos de su padre, quienes no dudaban en acercarse en todo momento, el amablemente las rechazaba, cohibido ante la atención femenina.

El jamás había sido bueno para esas cosas, lo había comprobado anteriormente con una de las hijas del marqués O'Brien, había salido huyendo luego de diez minutos de charla, donde Luca planteo distintos modelos de producción para beneficiar a los obreros, claramente, la joven no estaba interesada claramente en lo más mínimo o no comprendía ninguna de las palabras.

Por eso mismo se intrigo cuando una joven de vestimentas extrañas y fuera de lugar se le acerco en mitad de la calle rocosa, mirando todos los edificios con plena curiosidad, ella se detuvo delante suyo, mirándolo fijamente.

Luca se sintió un tanto incomodo ante el silencio de la mujer, realmente molesto por el que se atreviera a mirarlo tan directamente vestido de esa forma, cualquiera que los vea pensaría que están en un cortejo. Pero Ross era muy bien conocido por estar más metido en sus libros de filosofía que en faldas.

¿Y su chaperona? se preguntó corriéndose a un lado, la mujer lo tomo del brazo deteniendo su huida, el agarre era increíblemente fuerte. Luca miro a la mujer con extrañeza y un creciente temor en el pecho.

Tal vez la han mandado para asesinarme la idea lo aterrorizo, intento zafarse, la mujer volteo con expresión arrepentida hacia él.

—Lo siento —se disculpó soltándolo, Luca se alejó rápidamente manteniendo la vista atenta hacia la mujer—, necesito ayuda señor, estoy perdida.

Luca dudo, nunca la había visto por las calles nobles de la ciudad, hoy en día los asesino para los hijos de los mercaderes eran muy comunes, aunque nadie dudaría de una joven dama. Luca no diferencia las capacidades de ninguno de los dos géneros como los demás, una mujer puede asesinar tan fríamente como lo hombres. Luca conocía perfectamente a las viudas de los nobles.

—Necesito ir a la calle Heigh treet —anuncio rápidamente al ver la duda del joven —, prometo que no diré nada si le preocupan las apariencias, pero es el único que se ha frenado.

La observo con cuidado, la mujer iba vestida con un traje blanco y detalles dorados, una falda acentuada por un cinturón de oro, un vestido que Luca jamás había visto en otra mujer, con un escote descarado y mangas anchas. Luca entendía porque nadie había frenado a hablar con la mujer, pues parecía más trabajadora de un burdel que una dama. Algo que Luca no dudaba que fuera, él tampoco se hubiera detenido si ella no lo hubiera tomado del brazo, pues prefería no meterse en los cotilleos de los nobles.

Miro hacia ambos lados comprobando que nadie este rondando y pueda reconocerlo, suspiro antes de mirar de nuevo a la mujer, tenía ojos azules y cabello rojo, algo muy poco común dentro de la región de Amissa, Luca se preguntaba si ella provenía de otro lado y por eso esta tan perdida.

—Bien —hablo por fin luego de un momento —, debes ir por esta calle hasta la casa de costura de Madam Jillets, ahí debes girar a la izquierda y caminar dos calles más y te encontraras con la calle Heigh Treet.

Luca espero a que la mujer asintiera o algo, pero ella solo se quedó quieta, mirando hacia la dirección que el señalo. La pregunta de qué tal vez ella no supiera en realidad leer y no supiera reconocer los lugares, fue un adelanto para que abriera la boca, dispuesto a guiarla hasta allí. Ya había cometido el descuido de hablarle, por lo que no importaría mucho más si la guiaba.

—Gracias —dijo únicamente, dirigiéndose hacia el lugar, Luca la miro desde la creciente distancia, un poco confundido con la joven extraña que acaba de conocer.

Se giro, dispuesto a continuar con su camino, sintiendo que ese no sería su último encuentro.

Proximamente.

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