El príncipe que nunca sonrió III

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—Nos vamos. Y tú vienes con nosotros.

Miya le dice esto el día del concurso con las manos en la cintura, Shadow detrás suyo, como si esperaran una verdadera oposición.

—Bien —Reki dice y recoge la canasta que le robó a su madre esa mañana, en anticipación de este momento, en sus brazos como si fuera un escudo —. Tengo que entregar esto, de todos modos.

Espera que parezca que puso la suficiente resistencia. Incluso el pensamiento de ser parte de la locura que se apoderó de la ciudad esta última semana le hace sentir un poco de náuseas, y el sentimiento sólo empeora mientras se aproximan al palacio. Puede oír la fila de esperanzados antes de verla. El bajo sonido de cientos de voces diciéndose cosas importantes los unos a los otros y por sobre los otros, un laúd desafinado, un conjunto de pipes afinadas, alguien cantando en un alto falsete.

—Oh Dios mío —dice Miya cuando doblan en la curva y ven lo que les espera.

Todo el camino hasta el palacio es un alboroto de color y movimiento. Podrían ser mil personas, más. Pavor le atraviesa, pero es por Langa.

Miya cierra sus ojos.

—Hazlo por ellos —se susurra a sí mismo. Al menos él está haciéndolo por algo noble como caballos en lugar de una retorcida oportunidad por un matrimonio real.

La brisa arrastra fragmentos de inconexas conversaciones mientras caminan. Una pequeña lluvia de pétalos cae sobre ellos desde algún lugar más arriba.

—Disculpen —una mujer en un traje rojo les dice cuando pasan. Es posiblemente la persona más hermosa que Reki haya visto, sin contar príncipes. Ella los mira —. La fila termina allí.

Apunta a un lugar varios pies detrás de ella donde un par de personas con sombrero de payaso están codeándose el uno al otro por un lugar. Reki observa con sorpresa mientras Shadow y Miya se apresuran a conseguir un lugar detrás del par.

—Me adelantaré —les dice, sosteniendo la canasta un poco más cerca de sí. Ambos le dan miradas agrias.

—No te vamos a guardar un lugar —Shadow le dice seriamente.

—No quiero un lugar. Les dije que dejaré esto en la cocina y me voy.

Shadow le resta importancia. Miya le sonríe, enfermizamente dulce.

—¡Deséanos suerte!

—No —contesta y se voltea hacia su larga cuesta arriba, pero entonces lo piensa mejor y se gira otra vez. Ellos al menos serán mejores que la mitad de la gente caminando hacia el palacio —. Buena suerte. En los caballos, y el dinero, y nada más.

Shadow arquea una ceja hacia él.

—¿No crees que tengamos una oportunidad con el príncipe? —él hace un gesto hacia ambos, Shadow en su mejor traje, y Miya con sus ojos repentinamente el doble de grandes y dulces y brillantes de lo que usualmente lo son, y tal vez tengan una oportunidad después de todo. Si a Langa le gustó Reki, no hay forma de saber a qué le irá.

—Yo no– no. No. Quizás.

Miya saca la lengua.

—Él sólo te está molestando.

La imagen de Shadow y Langa juntos brevemente le supera y entonces no puede quitársela mientras se despide de ellos e inicia la larga caminata. Cada una de las personas a las que pasa quiere lo mismo. La manada de colegialas vestidas con sus mejores ropas. Un caballero que luce como si estuviera horneándose en su armadura. Un chico de la misma edad de Langa y Reki, con un paquete lleno de pergaminos sobre su hombro que podrían ser pinturas, música, poemas. Toda esta gente, todos ellos con habilidades y riqueza y belleza. Mucho más para ofrecer de lo que Reki alguna vez tuvo.

some kind of fairy tale [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora