El príncipe que nunca sonrió II

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Recordar cartas y tiempos mejores y una sonrisa brillante como el sol no le ayuda en nada a olvidar la inminente perdición del concurso en el presente.

Venga uno, vengan todos, dijo el vocero, y así lo hicieron.

El día antes del evento, un hombre montado en caballo llega a la ciudad vestido en una capa roja, votas hasta los muslos y una máscara y corona de oro. Dice que es un rey y que va a casarse con el príncipe, lo anuncia, más bien, en medio de todos los pétalos de rosas que sus sirvientes arrojaron alrededor de él, justo ahí en la plaza.

Reki sabe esto porque vio todo el espectáculo desplegado en frente de la pastelería de su madre.

—¿No es guapísimo? —chilla Koyomi, medio escondida detrás de Reki mientras el hombre continúa con su perorata.

Es alto, al menos, pero con la máscara...

—¿Cómo podrías saber?

—No, no él —señala al hombre detrás de él, que luce un capote negro y una expresión aun más oscura debajo de su cabello desordenado. Lo que sea que le paguen, no es suficiente. Cuando el discurso termina, el guardia toma la mano del rey, lo ayuda a subir de nuevo a su caballo y luego observa a su alrededor mientras cabalgan hacia el castillo. La mayoría no son tan escuetos en su ambición como este rey, pero Reki sabía que habría algunos así. Pretendientes y todos los ambiciosos que miran a Langa y ven lo que pueden ganar en lugar de lo que Langa ha perdido.

Se pregunta qué pensará Langa de este hombre, qué expresión hará. No una sonrisa, seguro. No una risa.

Pero a Langa le gustó Reki, en algún tiempo. Seguramente, eso dice todo sobre su buen gusto.

Koyomi suspira y limpia sus manos en su pequeño delantal.

—Tal vez debería ir, también —dice —. Al concurso.

Reki se pone rígido.

—No, no irás.

—¿Por qué? Ni siquiera soy mucho más joven que el príncipe. Apuesto que al menos podría sacarle una sonrisa.

Tiene razón. Tal vez podría. Reki lo imagina, una pequeña curvatura en la encantadora boca de Langa. Él sonreiría porque sentiría que debe, porque es educado. Y esto, toda esta cosa, cada pequeña parte–

—Está mal —Reki dice débilmente —. Hacerle esto, está mal.

Koyomi arquea una ceja viéndolo.

—¿Qué?

—Está mal —esta vez más alto—. Si el príncipe está triste, entonces lo que necesita es un amigo. Necesita salir del palacio e ir a algún lugar donde pueda olvidarse de todo por un rato, o al menos respirar.

Toda esa responsabilidad, encerrándolo, más temprano de lo que nadie en el reino pensó que pasaría. Qué fuerte debe ser para cargar con todo eso. Y ahora esto, también. Este estúpido concurso.

Reki arroja la toalla que estaba usando para limpiar sus manos a los adoquines y la mira como si pudiera culpar a un objeto inanimado por lo incorrecto que es todo.

—A este paso él nunca volverá a ser feliz. Y– y si se casa con algún extraño que sólo lo quiere por su dinero y su posición, será incluso peo–.

—¡Reki!

Su madre está parada a algunos pasos de ellos, sus dos hermanas más pequeñas colgando de su falda, mirándolo desde detrás de ella como si él se hubiese transformado en un ogro, lo cual podría ser, nota avergonzado. Estaba gritando. Ellas no son las únicas mirándolo. La multitud que se agrupó por el supuesto rey y sus rosas sigue ahí, observando el espectáculo que Reki hizo de sí mismo.

some kind of fairy tale [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora