-Tienes una stripper en tu salón.- repetí perpleja.
No estaba segura de si era una broma de mal gusto o es que estaban todos en esa casa completamente locos. La verdad no me había esperado un baile en el salón de los O'Neill.
Alex dio una vuelta a su habitación a grandes zancadas peleándose con su propio pelo.
-Lo sé, y lo siento. Le dije que no hiciera nada estúpido pero.... Lo siento.- Parecía arrepentido de verdad. Incluso me dio un poco de pena. Si un buen día mi hermana se presentara con unas Strippers en el salón justo cuando vienen invitados creo que moriría de vergüenza.
-No pasa nada.- Miré a mi alrededor sin saber bien que hacer.- ¿Quieres hacer el trabajo?-
Mis palabras parecieron hacerle reaccionar.
-Si, claro. Si no te importa.- Negué con la cabeza.- Bien. Puedes dejar tus cosas donde quieras. ¿Hacemos una presentación?.-
Me senté en una silla muy bonita cerca del escritorio. Ya mi shock inicial había pasado así que pude observar la habitación con más detenimiento. Parecía un lugar en el que se había detenido el tiempo.
Las paredes eran de madera marrón caoba, estas estaban recubiertas de estanterías repletas de libros. Pude reconocer unos cuantos como: Soy el número cuatro, Reina roja, Bajo la misma estrella, la saga de Harry Potter, el código da Vinci....
Aunque otros muchos ni si quiera había oído hablar de ellos. Había algunos los cuales estaban en francés. EN FRANCÉS. No me debería sorprender ya que había pasado mucho tiempo en un país cuya lengua era el francés. Pero no pude evitar alzar las cejas al ver las extrañas "ç".
Tuve que resistir la tentación de ir a inspeccionar esos libros de tapas exóticas. Personalmente no me consideraba una yanqui de la literatura. La verdadera lectora de mi casa era mi madre, un honorable segundo puesto era ocupado por mi hermana y una servidora ocupaba el vergonzoso tercer puesto. Yo obviamente había leído, pero no tanto como el resto de mi familia.
Su cama era enorme, el doble que la mía. Tenía las sábanas color canela y varios cojines muy mullidos. Me dieron ganas de tumbarme allí a dormir un rato. Era una de esas camas de película que cuando las ves te preguntas ¿Cómo es que los protagonistas no están durmiendo todo el día? Si yo tuviera una cama de esas no saldría ni al colegio. Ya me daría igual mi futuro, lo único importante en mi vida sería dormir.
Lo siguiente que me llamó la atención fue el sillón de cuero a juego con todo lo demás. Me hizo gracia ver la ropa apilada encima de él. Al lado, había un ventanal el cual tenía una pequeña terraza. Tenía las cortinas abiertas y la luz de la tarde bañaba todo el cuarto.
El escritorio tenía un ordenador portátil y más libros esparcidos sin orden alguno por encima de él. Alargué una mano agarrando el más cercano a mi. Era Muerte en el Nilo de Agatha Christi.
-Lo siento, está un poco desordenado todo.- dijo apilando las cosas que había encima de la mesa para hacer un poco más de espacio.
-No pasa nada.- respondí leyendo por encima la sinopsis del clásico.- Tiene cierto encanto.-
Me arrepentí nada más haberlo dicho. ¿Tiene cierto encanto? ¿No se me había ocurrido algo mejor? No pude evitar sonrojarme por la metedura de pata. Dudé por un segundo si decir algo más para arreglar mi estrepitoso fracaso. Finalmente opte por mantener la boca cerrada. Uno de mis grandes defectos es que cuando me pongo nerviosa digo cosas las cuales no debería decir.
-¿Empezamos?- Asentí.
Las horas pasaron tranquilas gracias a Dios. De mi boca no salieron más tonterías. Me limité a centrarme en el proyecto. Todavía se podía escuchar la música desde el cuarto. El suelo temblaba como si debajo nuestro hubiera una fiesta veinteañera de película. O por lo menos así me imaginaba yo una fiesta. Eso parecía enfadar considerablemente a Alex. Estaba sentado revolviéndose el pelo a cada rato. Si, haber venido había sido una malísima idea.
ESTÁS LEYENDO
Love Diaries 1: Amores queridos son los mas reñidos
RomanceBecca Brown siempre ha estado enamorada de Alex O'Neill, así que casi le da un infarto cuando se entera de que volverá del internado en Francia al que sus padres le mandaron. Pero todo lo bueno viene acompañado de algo no tan bueno. La buena notici...