11 de Septiembre de 1973.
Santiago, Chile.
11:43AM.Manuel le da una calada a su cigarrillo mientras apoya su espalda en la pared y se cruza de brazos, Martín lo mira de reojo y le guiña, Manuel se avergüenza un poco pero sonríe ligeramente ante tal acto, toma entre sus dedos morenos el cigarro y tira un poco de la colilla al piso de la tienda. Martín piensa que se ve tan atractivo que si no fuese porque habían más personas al rededor seguro se le tiraría encima y lo besaría hasta que ambos queden sin aliento.
El hombre que atiende el lugar llega con el pedido de Martín, un kilo de pan y jamón, entonces nota que solo le dio un mísero pan y jamón mal cortado.
──Señor, yo no pedí esto.
Dice Martín atrayendo la atención del hombre quien lo mira con una ceja alzada y suspira;──Mira, la economía está como las weas y esto es lo máximo que te puedo dar y necesito guardar algo para mi familia también, yo lo lamento pero así son las cosas.
Martín frunce un poco el ceño.──En ese caso devolveme la mitad de la plata, para que seamos justos.──Dice eso en un tono que el hombre interpreto como condescendiente.
──Escúchame bien, argentino.──Remarcó su nacionalidad como si fuese algo despectivo.──Si no te gusta la situación de este país puedes irte al tuyo. Ya te dije que es todo lo que te puedo dar.
Temiendo a que Martín inicie una pelea con el pobre hombre, Manuel interviene y empuja al argentino de la caja ─y de paso tira su cigarro al suelo, pisándolo─ toma la bolsa donde venían las cosas que pidieron y se lo lleva a rastras de la tienda, Martín aún refunfuña por lo bajo cuando ya estan afuera.
──¿Cuando vai a aprender a quedarte callado?
Le pregunta Manuel a Martín, este se encoje de hombros con una sonrisa tan suya que Manuel no puede evitar reír un poco también. Caminan por las calles de Santiago y se detienen unos segundos para que el chileno encienda su cuarto cigarro de la mañana.
──José, deberías dejar de fumar tanto. Ya sabés, por tu salud.──Recomienda Martín, y José, osea, Manuel, cuyo nombre completo es José Manuel, le responde pesadamente con que no lo llame por aquel nombre.
Siguen su camino por las grises y poco agraciadas calles de la capital chilena, charlando de cualquier cosa. Cada tanto Martín roza la mano de su acompañante chileno, y este le responde mirándolo con todo el amor del mundo, los dos guardan distancia entre ellos porque son hombres, y los hombres no andan entre ellos, así que esperarían a llegar a la casa del chileno o el apartamento del argentino para besarse un poco por aquí y por allá.
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ven y duerme en mis huesos; lh - argchi.
Random"Prometo que estaré aquí cuando vuelvas, y si me matan antes de volver a vernos. Ven y duerme en mis huesos."