Capítulo XIV

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Terminó de doblar aquel kimono para dirigirse a donde estuviera su hermana. Ya que los dos mayores se habían ido a trabajar, y aún seguían en horario, alguien más tendría que ir y Akina era la mejor opción si ella tenía otras cosas por hacer.

—Akina— la llamó al verla, haciéndole una seña con la mano para que se acercara.

—¿Qué sucede, _____?

—¿Podrías llevarle esto a la señorita Oka?

La menor tomó con cuidado la vestimenta, accediendo a ser ella quien se lo llevara.

—¿Le digo que es el precio de siempre?— y su hermana asintió —Muy bien. Nomi quedó durmiendo. Despiértala en un rato, por favor, sino más tarde no descansará.

—Lo sé— agregó algo más —. También dile que disculpe las demoras, ya que se presentaron unos inconvenientes.

Sin más, quedó parada allí, sola, pensando en qué venía por hacer a continuación. Hasta que el pensamiento que llevaba posponiendo desde hacía un tiempo, había vuelto a aparecer.

Ir a limpiar el cuarto de su padre.

A paso lento se dirigió hacia esa habitación, sintiendo un pesar a medida que avanzaba. Recordarlo así, le hacía sentir mal. Parecía que el doctor, esta vez, si tuvo razón, aunque durante un tiempo creyó en las palabras de Yoichi.

Corrió la puerta con cuidado, sintiendo de golpe el frío de aquel lugar. Era el más escondido, pero el que más le gustaba a su progenitor por ser el centro de la vivienda y estar a la misma distancia, más o menos, de todos sus hijos al momento de dormir.

Todo estaba igual desde ese día.

Dejó escapar un pesado suspiro, apoyándose ligeramente de costado en el marco. Se tomó de los brazos, pasando sus manos por ahí para dar un poco de calor por el impacto del cambio de temperatura.

Debería guardar todo, a no ser que alguno de sus hermanos quisiera tener algo de allí. Luego limpiar a profundidad por el hecho de que, por estar días sin pisar ese cuarto, había un polvillo notable. Y, por último, pensar en qué podrían ocupar aquel espacio. Por ejemplo, en el que trabajaba, previamente había sido el cuarto de su madre hacia años cuando su esposo, avergonzado de su estado, le dijo que sería mejor dormir separados.

Apretaba y soltaba sus labios, o hacia alguna mueca con estos mismos, sin darse cuenta de que una pequeña lágrima resbalaba por su mejilla izquierda.

Se paró bien, corriendo un poco más la puerta y apoyar, después, las manos en su pecho mientras las tomaba. Debía de tener pensamientos más positivos, como lo agradecía que estaba por haberla criado bien; contarle historias que, a pesar de que le asustaban, le encantaban; siempre escucharla y preocuparse por ella como con sus hermanos.

Era un gran vacío.

Pero por momentos dejó de sentirlo cuando unos brazos rodearon su cintura, abrazándola. Solo tuvo que ver las mangas para descubrir quién era.

—Lo arreglaremos juntos a este cuarto— indicó Kyojuro, asomándose a un lado de su cabeza, procurando no hablar fuerte.

Esas eran las palabras fuertes que necesitaba oír. Le alegraba que él estuviera allí. Probablemente Akina se topó con él en el trayecto a la casa de la señorita Oka, y le dijo que directamente pasara.

—Gracias... por todo, Kyojuro.

Y tomó las manos del chico que no la soltaba, con cuidado, queriendo corresponder de alguna forma.

—¿Cómo has estado?— interrogó ella, apoyando ligeramente su espalda en el pecho del apellidado Rengoku.

 —Bien. He ido a visitar a Senjuro, y le hablé de ti como siempre. Dijo que quería conocerte— comentó con la sonrisa que lo caracterizaba.

—¿En serio?

—¡Sí! ¿Qué te parece de ir a visitarlo pronto? Ya tengo todo planeado.

—Oh, que rápido...— ya olvidaba aquel pesar por esa calidez —Me parece bien. ¿Pero qué pasará con mis hermanos?

—Saben cuidarse solos. Confía en mí.

Y depositó un dulce beso a un costado de la cabeza de _____, haciendo que una pequeña sonrisa y rubor aparecieran en su rostro. ¿Un viaje con Kyojuro Rengoku, solos? Iba a ser la primera vez y, desde ya, se hallaba emocionada. 

 

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23 ABRAZOS |Kyojuro Rengoku y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora