Inquietud

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Jane


Mis ojos se abrieron lentamente, pensando en que ya había amanecido, pero estaba tan cansada, tan adolorida, que no quería levantarme y mejor opté por cerrar mis ojos una vez más para seguir durmiendo. Sin embargo, una vocecita, llamó mi atención e inmediatamente, me hizo girar el rostro.

—Sigues siendo toda una dormilona —

Aquellos ojos de un color miel, me miraron con una sonrisa picarona, una sonrisa que podía levantarle el ánimo a cualquiera y que, a mí, me hacía la mujer más afortunada del mundo.

—Esto es un sueño, ¿Verdad? —pregunté y ella asintió.

—¡No pensarías que te iba a dejar sola en estos momentos! —expresó, al acomodar un mechón de mi cabello.

—Cariño, solo es un resfriado, no hay de qué preocuparse —mencioné.

Restándole importancia a sus palabras, aunque siendo honesta, me agradaba la idea de tener a mi esposa en un momento como este.

—Así fuese un simple dolor de cabeza, yo siempre estoy a tu lado, cuidándote —me dio un pico.

—¡Eres un sol! Siempre tan atenta—acaricié su mejilla—Esta vez, ¿Te quedarás más tiempo? —investigué.

Al recordar que, en mis sueños anteriores, no se había quedado por mucho tiempo, porque alguien siempre la llamaba, como indicándole que su tiempo había acabado.

—No te preocupes por eso ahora, solo aprovechemos el momento —entrelazó nuestros dedos.

—¿Te tratan bien en dónde quieras que estés? —dije, al pensar en cómo sería el más allá.

—Sí, es un lugar hermoso. A su tiempo, lo verás con tus propios ojos—respondió, sin dejar de mirarme—No te lo había dicho antes, pero me alegra que esa pequeña esté en tu vida, ¡Te ha regalado tantas sonrisas! —besó mi frente.

Pese a que no estábamos en el mismo plano terrenal, Helen seguía mimándome y cuidando de mí, tal como en aquellos momentos en que me encontraba enferma.

—Francy es lo mejor que me ha pasado en la vida desde que ya no estás a mi lado y cuando veo sus ojos, es como si de algún modo pudiera ver a ese bebé que siempre quisimos tener —manifesté, al realizar un gesto de dolor.

Desde que tenía ese resfriado, podía sentir como mis músculos ardían, tal como si cada fibra se estuviese desgarrando. Era un dolor espantoso, un dolor que se propagaba como una onda expansiva en todas las direcciones, un dolor que me hacía apretar los dientes para soportarlo, por lo incómodo que era.

—¡Tranquila! El dolor ya cederá —apretó mi mano y besó mi mejilla.

—No sabes cuánto desearía que me hicieras una de tus deliciosas sopas —dije de repente y ella sonrió.

—Te haría la sopa, un plato de lentejas, tu postre favorito y la pasta con salsa de atún que tanto te gusta —añadió, con la intención de sacarme una sonrisa.

—Esa idea me gusta más—le regalé una sonrisa y acaricié su mejilla con cariño—Alguna vez, ¿Tuviste la oportunidad de conocer a nuestro bebé? —pregunté de repente.

—No, pero un ser de luz me dijo que ese bebé, podrá nacer en otra familia y que debía estar orgullosa en lo que se convertiría —contestó.

Dándome a entender que los bebés no nacidos, tenían la oportunidad de nacer en otra familia, aunque no se hayan desarrollado del todo en el vientre materno. Algo así como, una reencarnación o resurrección que les permitía vivir en otra vida. Después de todo, como dice en el versículo de Abraham dirigida a la creación, "Los Dioses formaron al hombre del polvo de la tierra, y tomaron su espíritu, y lo pusieron dentro de él; y soplaron en su nariz el aliento de vida, y el hombre fue alma viviente"

Momentos "Mi segundo amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora