Lapida

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La luz del sol se alza sobre las montañas y termina en la lápida que tenemos enfrente con la inscripción:
" Max Brennan, 1950-1955"
Mi madre tomaba mi mano mientras las lágrimas caían por nuestras mejillas. Detrás de nosotras estaban el señor Hilfiger, dueño de una tienda no lejos de casa, y la siempre amable señorita Chase, que nos regalaba libros viejos todo el tiempo. Horas después de que ellos se hubieran ido a casa, mi madre y yo seguíamos mirando la fría lápida aún con la tierra abultada. Mientras mi madre sollozaba con dolor, yo sólo podía pensar en lo que yo había hecho. ¡Si no se me hubiera ocurrido jugar¡ nada de esto habría pasado. Seguía con la horrible imagen de mi hermanito en el suelo, inerte, rodeado de una mancha de sangre y sus tiernos ojos azules clavados en el cielo. ¡Sólo jugábamos¡ hacíamos carreras junto a las vías del tren cuando Max tropezó y cayo a las vias. Corri hacia el solo para descubrir esa horrible imagen que sigue grabada en mis ojos, grite aterrorizada por ayuda mientras la gente se amontonaba a nuestro alredeor, pero cuando llego la ayuda, ya no habia nada que pudieramos hacer. me descubri llorando desconsoladamente junto a mi madre. unas horas mas tarde fuimos a casa, el camino a casa fue largo y callado. Cuando llegamos pude ver nuestra casa que era linda y espaciosa, claro que todo ese espacio estaba de sobra asi que rentabamos el lugar y siempre habia gente nueva haciendo que la casa se sintiera menos sola y fria. Subi los diez escalones hasta mi habitacion tratando de no hacer mucho ruido, entre y me deje caer en la cama esperando que los sueños acudieran a mi. Cuando desperte, descubri mi almohada mojada y mi rostro hinchado, ovbiamente habia llorado por la noche, me levante y fui a tomar un baño antes de salir a la casa del señor Hilfiger. Sali del baño y tome el antiguo abrigo de mi padre que, ovbiamente, murio en la gran guerra (primera guerra mundial) y sali dejando antes una nota para mi madre en la mesa del comedor. mientras recorria las calles hasta la tienda del señor Hilfiger quien me recibio con triste mirada, en realidad mayormente el estaba triste, excepto cuando Max estaba con el, Max, siempre sonriendo y de buen humor, nos hacia sonreir a todos incluso cuando parecia lejana la idea de "felicidad". - ¿Quieres té?-me pregunto con voz aspera sacandome de mis pensamientos, yo asenti y el salio de la sala. A mi lado habia una gran ventana de la que podia ver la calle y como unas nubes de lluvia se amontonaban tapando el sol, cuando el señor Hilfiger regreso, en sus manos traia una bandeja avollada con las tazas de té en ella, tome la taza, el me miraba con tristeza, realmente no se porque vine, necesitaba compania no miradas compasivas. Unos minutos despues, con la taza por la mitad, dije que tenia que irme, nos despedimos y me acompaño a la puerta. Al alejarme de su casa senti una punzada de culpa y un poco de lastima por el anciano, despues de todo el ya habia perdido mucho, un hijo en guerra, a su esposa, y ahora tambien a su ultimo rayo de felicidad, Max, y todo por mi culpa. yo era la culpable de su tristeza.

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