Cada vez que miraba de reojo observaba los hilos infinitos de sangre, fluyendo como un pequeño arroyo, fundiéndose con el pasto, enrojeciendolo.
Oyéndose palpitar contemplaba la media luna, una luna esponjosa, absorbía todo de ella.
De pronto sintió un tirón de un brazo y luego la pierna, un desgarro, rodó y cayó, fueron las últimos impulsos nerviosos que les restaba.
Luego apareció una pequeña luz azul, un diminuto bombillo, su respiración se hacia difícil, sintió un pinchazo en la vena, algunas voces desconocidas empezaron a producirle dolores punzantes en la cabeza, era la muerte, pensó, tal vez, era la decadencia, manifestándose, supurando en las esquinas de la habitación.