El espeso crujir de las paredes se acentuaban más y más, como aquellos árboles cuando se van pudriendo con los años, se van desechando del organismo, poco a poco diluyéndose en el polvo, y en las ruinas si es que queda algo de lo que vivió y palpitó, descubre que no había muerto en realidad, sino que a pesar del olvido y la desesperación la luna iluminó su curso, aquel pequeño destello determinó que no era su momento.