Día de cosecha.

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Otro día de mierda, en una villa de mierda, con una familia falsa y perturbada de mierda.

Karl simplemente quería vomitar o arrancar el cabello de la perra alta y arrogante que estaba parada a su lado, lo que ocurriera primero.

—Recuerden, pueden escoger a quienes ustedes deseen.—Madre Miranda habló con suavidad a sus cuatro hijos mientras estaban parados frente al expectante pueblo.

Como si tuviera ganas de llevarme a uno de estos pobre diablos.—Piensa cerrando los ojos y suspirando pesadamente. Obviamente los otros tres Lords no pensaban igual, se veían maravillados mientras analizaban su siguiente esclavo o comida.

Nadie decía no, nadie se quejaba. Los malditos humanos de mierda simplemente abrían los brazos y se regocijan al ser los elegidos por unos monstruos cualquiera.

Los cuatro se miran en silencio, Karl escupiendo una vez al suelo mira a sus hermanas y les ladra—¡Damas primero!—acomoda su martillo en el suelo sabiendo que ellas suelen tardar.

Moreau quizo reclamar pero una sola mirada de Heisenberg fue suficiente como para hacerlo cerrar su deforme boca. Se veía algo ansioso, como si ya tuviera en mente a quien llevarse a casa, pero la sonrisa que tenía no era como las que había dado antes.

Pero no son sus asuntos así que a la mierda. Karl comienza a mirar de mala gana, no hay nadie de utilidad. Niños, niñas, mujeres frágiles, hombres jóvenes, hombres y mujeres viejos. Nadie que sirva para la crueldad y frialdad de esa fábrica, aunque tal vez pueda llevarse dos hombres jóvenes para acarrear mierda o ser juguetes de los licántropos.

—Hermanos—Donna interrumpe con suavidad sus pensamientos—, les toca a ustedes.

—Apresurate, niño.—gruñe Alcina por lo bajo haciendo hervir la sangre de Karl.

Antes de que pudiera si quiera abrir la boca para poder llevarse a dos tipos que se veían jóvenes, fuertes y saludables, Moreau exclama extasiado.

—¡Tú!, ¡la joven belleza de allá al fondo!—rastros de baba caen por la emoción con la que habla, es asqueroso—, ¡tú vienes conmigo!

Si bien nunca nadie se ha emocionado demasiado al ser llevado por Lord Salvatore Moreau tampoco nadie se ha negado, todos se sientes especiales por el simple hecho de irse con un Lord a sus oscuras guaridas.

Pero tú fuiste distinta.

Tú gritaste con horror.

—¡No!, ¡esperen!—la desesperación era visible en tu rostro y estabas tan pálida como un cadáver—, ¡piedad!

Tanto los Lords, como los pueblerinos y la misma Madre Miranda quedaron un segundo en shock mientras gritas desgarrada.

Moreau vio rojo al sentir la vergüenza, la humillación y el rechazo, se acercó a ti con su sonrisa transformada en una mueca horripilante.

—¿¡VENDRÁS CONMIGO!?—Rugió escupiendo gotas de ácido que quemaron levemente tu rostro, gracias a la adrenalina a penas las sentías.

El silencio es tenso y pesado, lo único que se oyen son tus sollozos  y los jadeos de Moreau.

—N-No...—jadeas temblando de miedo.

Los ojos se Karl se abren en sorpresa, una humana cualquiera sin ningún tipo de fuerza ni poder especial diciendo "no" a un Lord. Esto es más que interesante, tal vez no mereces este destino.

Justamente antes de que una ejecución pública y asquerosamente gráfica fuera desatada, Heisenberg golpeó el suelo con su martillo llamando toda la atención.

—¿¡Quién te crees, deforme!?—rugió haciéndolos temblar a todos—, ¡yo la vi primero!, ¡es mía!

Ustedes se miran, sabes que al final del día ya estás siendo el centro de atención tanto de los Lords como del pueblo por lo tanto no tienes más  opción que ir con uno de ellos pero entre Lord Heisenberg y Lord Moreau prefieres estar con el que al menos tiene apariencia humana.

—¿¡Qué estás hablando!?—Responde Moreau colérico.

—¿¡QUIERES PELEA, PERRA!?—Grita aún más fuerte levantando el martillo con sus dos manos dispuesto a atacar a su hermano.

—¡SUFICIENTE!—Madre Miranda finalmente interrumpe el espectáculo que estaba aterrorizando a todo el pueblo—, Heisenbeg la vio primero por lo tanto a él le pertenece. Moreau, escoge a otra persona.

—Si, Madre.—Ambos asienten con seriedad pero en cuánto la poderosa mujer comienza a calmar a la gente Karl no puede evitar mirar a Moreau mientras le muestra su lengua, molestandolo aún más.

Las lágrimas caen por tu rostro mientras ves a Heisenberg de pie frente a ti, proclamado como el vencedor y como tu dueño.

—Nos vamos a divertir mucho, muñeca.—Su media sonrisa es lo último que ves antes de que el metal cubra tu cuerpo entero y la falta de aire te haga desmayar.

Mi querido sol [Karl Heisenberg x reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora