Compañía.

1K 141 13
                                    

Debías ir al pueblo por las piezas que Heisenberg necesita así que con un suspiro cansado preparas todo para salir, lo que consiste básicamente en un morral con dinero y algo de agua gracias al calor que ha hecho.

—¿Heisenberg?—llamas parada en las puertas de la fábrica con cuatro rabiosos licántropos rodeandote—, ya voy a irme.

El hombre llega frente a ti, estoico como siempre y con su característica mueca—¿Segura que estarás bien sólo con estos?—hace un gesto con la cabeza hacia las bestias.

—Si, son sólo 30 minutos y con ellos estaré más que segura—le das una pequeña sonrisa antes de inclinarte y besar su mejilla, él aún se queda totalmente quieto cuando eso pasa pero ya no gruñe ante la muestra de afecto.—. Te veo en un rato.

—Lo que digas—refunfuña mirando a los licántropos una vez más—, ¡UN SÓLO RASGUÑO EN SU CUERPO Y LOS MATO!, ¿¡ENTENDIDO!?

Las cuatro bestias gimen y se inclinan con miedo ante Heisenberg pero por más mal que te haga sentir eso sólo asegura tu regreso sana y salva.

—¡Adiós!—exclamas moviendo tu mano de un lado a otro mientras sales por la reja.

Respiras profundo, disfrutando el aire fresco y el sol brillante en el cielo. Disfrutas tu nueva vida en la fábrica junto a Heisenberg pero aprovechas cada oportunidad que tienes de salir al máximo. Sobre todo ahora siendo el punto más caluroso del verano.

Los licántropos gruñen incluso a las hojas que se acercan mucho a ti, lo que logra hacerte reír suavemente.

—Me pregunto cuándo podré ver al Duque de nuevo...ha estado ocupado últimamente—suspiras masajeando tu cuello—. Quiero darle un regalo a Heisenberg, ¿ustedes que dicen?—ellos te miran en silencio ladeando levemente sus cabezas—, el problema es no saber que le gusta.

Haces una lista mental sobre cosas que puedes probar, nunca lo ves leer, mucho menos pintar o hacer algo que no sea crear armas o Soldats. Aunque crees que algo de música le vendría bien, tal vez un tocadiscos o una radio nueva ya que la suya está muy vieja.

Continuas pensando que puedes darle hasta que dos de los licántropos se detienen en seco y comienzan a gruñir hacia los árboles, tu cuerpo se tensa mientras tu corazón empieza a latir rápidamente.

—¿Qué es?—susurras nerviosa, de pronto los otros dos se unen y rugen con rabia—, ay...por favor no...—Poco a poco aceleras el paso, aún queda mucho camino hasta el pueblo por lo que no gastarás energía corriendo innecesariamente.

Los licántropos no te abandonan, van a la misma velocidad que tú sin dejar de quitar su vista de los grandes y tupidos árboles. El nerviosismo crece más y más, tus palmas se ponen sudorosas, tu corazón hace palpitar tus oídos.

Finalmente te detienes, jadeas fuertemente con tus manos apoyadas en tus rodillas mientras las bestias te rodean gruñendo salvajemente. Te tranquilizas y miras hacia donde ellos gruñen, si algo hubiese querido matarte lo hubiera hecho metros atrás.

Cuándo las bestias detienen su gruñir y ladean la cabeza hacia los costados que terminas de confirmarlo.—¿Heisenberg?, ¿eres tú?

Hay un momento de silencio hasta que Karl aparece de atrás de un árbol luciendo levemente avergonzado.—Hey, niña.

Tu alma vuelve al cuerpo y los licántropos se relajan visiblemente.—Por Madre Miranda, Heisenberg. Casi me matas de un infarto.

Él ríe divertido acercandose a ti.—Bueno, ese no era el punto pero si fue divertido.

Le gruñes mostrando abiertamente lo enojada que estabas.—¡Pudiste haberme hablado!

—¡Esta bien!, ¡calma!—levanta sus manos en señal de rendición hacia ti—. Yo...yo sólo creí que cuatro de esas cosas no serían suficientes así que simplemente quise acompañarte a modo de prevención.

El enojo se va, aunque no complemente, y dejas salir un suspiro pesado—Si tantas ganas tenías de ir conmigo al pueblo podrías haberlo dicho.

—¡No soy un jodido adolescente, si quisiera algo lo habría dicho!—te gruñe, aunque sabe que no le estás creyendo—, tómalo como una escolta aún más peligrosa con la que estarás más segura.

Reprimes la risa que amenaza con salir y comienzas a caminar negando suavemente con la cabeza.—En ese caso vamos, lobo guardián.

—No te tomes demasiadas confianzas—ofrece su brazo para que lo tomes, lo que tú con gusto aceptas—. Eres mucho más valiente ahora.

—No intentes halagarme, casi se me sale el corazón.—ries mientras te acercas a él, sintiendo el calor de su cuerpo y su característico olor a aceite y sudor.

—Nunca halago en vano, cariño.—ronronea bajo haciéndote sonreír.

Y así Heisenberg te llevó al pueblo, escoltada con cuatro licántropos. Digamos que la gente ni siquiera quería respirar muy cerca tuyo.

Mi querido sol [Karl Heisenberg x reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora