Apego y liberación

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La conversación que tuvo Liu Kang con Kung Mei esa tarde resonó en su mente por varios días. A palabras de la mujer, tarde o temprano alguien más llegaría a su vida o regresaría. Dicha frase lo hacían preguntarse si Kitana regresaría por él.

Durante esos días, se quedaba pensando y fantaseando un hipotético escenario en donde la edeniana llegara hacía sus brazos pidiéndole perdón y que volvieran a estar juntos. No obstante, dichas fantasías más allá de emocionarlo lo deprimían más. De algún modo él sabía que eso no pasaría y que eso solo ocurre en las producciones hollywoodenses. Incluso tratando de dormir esos sentimientos lo seguían atormentando por medio de sus sueños. Pese a que él había tratado de no prestarle mucha atención a lo que sueña y que se había acostumbrado a las pesadillas, esa noche soñó algo que no pudo dejar pasar tan fácilmente.

En esa ocasión se encontraba durmiendo en su habitación con Kung Lao ya que se quedaron conversando por unas horas. Además, desde hacía un poco antes de dormir, el campeón tuvo un inexplicable mal presentimiento, por lo que le pidió a su amigo que se quedara, a lo que él aceptó sin problemas.

Él solo recuerda las ultimas partes, desconoce gran parte del contexto o de cómo había llegado hasta donde estaba, pero eso era lo de menos.

Todo comenzó con una especie de recuerdo, de cuando él, Kitana y el resto de sus aliados estaban en uno de los barcos zarpando por el Mar De Sangre, el mismo día que lucharon contra los ejércitos de Kronika. Hasta ese punto no había nada fuera de lo común, incluso lo sintió como una especie de Deja Vú. Fue algo bastante extraño, pero todavía no había llegado lo peor. De la nada y exactamente como había pasado en aquella ocasión, llegaron Shao Kahn y Sindel con sus ejércitos invadiendo y atacando su barco.

Mientras él se encontraba luchando y defendiendo a sus compañeros, trataba de buscar con la mirada a Kung Lao, al cual había dejado de ver por un considerable tiempo. No fue hasta que se encontró frente a frente con quien había sido el emperador del Mundo Exterior junto a su amante y traicionera de su propio reino.

El gobernador se encontraba sosteniendo y arrastrando a su mejor amigo de su cuerpo inconsciente, estaba tan malherido que no podía siquiera hablar. Esto obviamente alteró al elegido, quien miró con furia a sus enemigos. Debido a que ya había vivido el momento, sabía las perversas intenciones de sus contrincantes.


– ¡Suéltalo Shao Kahn! –exclamó Liu Kang encolerizado. Pero más allá de asustar al emperador, este comenzó a burlarse, emitiendo su característica risa malévola.

– Dime ¿Sus maestros les enseñaron a nadar? –respondió aun sosteniendo a Kung Lao, quien parecía no aguantar el dolor de sus heridas. De inmediato y utilizando su gran fuerza bruta, lanzó el cuerpo el monje fuera del barco en dirección hacia el mar teñido de rojo.

– ¡NO! –gritó el elegido viendo como su mejor amigo se esfumaba en un abrir y cerrar de ojos.


Sin esperar ni un segundo, comenzó a correr lo más rápido que pudo en un intento desesperado de poder atraparlo y evitar que cayera en las aguas. Pero de pronto, sintió un fuerte dolor punzante en la parte lateral de su abdomen, así como también una fuerza que lo tiró boca abajo hacía al suelo del barco, impidiendo que rescatara a su compañero Shaolin.

El campeón reaccionó emitiendo un alarido de dolor, cayendo sobre sus rodillas y codos por el ataque. Tuvo que presenciar como su amigo se desaparecía de su vista, le dio un tremendo coraje no haber sido capaz de salvarlo por más que lo intentó. En esos milisegundos solo podía preguntarse que había sido eso y de quien provenía. Estaba completamente confundido ya que escuchaba risas, gritos y celebraciones por parte de la multitud que lo estaba rodeando.

Las heridas sanan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora