CAPITULO 1: PRIMER ENCUENTRO

12 3 0
                                    

CAPITULO 1: PRIMER ENCUENTRO

Primer sábado de las vacaciones de verano. Último verano antes de alcanzar la mayoría de edad. Último paso para ser finalmente libre de la tutela del estado.

Airin ha crecido como una niña huérfana en una pequeña ciudad al este del país. Una ciudad que a pesar de sus dimensiones lo tenía todo. Había mar, pero también montaña. Cumplía sus estaciones al pie del termómetro y tenía sus fantásticas rutas lo suficientemente escondidas como para pasar desapercibidas ante los ojos de los turistas, que por cierto, eran escasos.

Nunca había sido una niña problemática a comparación de los demás compañeros de orfanato y a pesar de ello siempre supo defenderse. Solía ser considerada una niña solitaria. Hasta que llego María.

María es solo un año mayor que ella y desde su llegada a la casa de acogida se volvieron inseparables.

Irradia bondad, tranquilidad y felicidad, es de esas personas que jamás harían daño a una mosca ni aunque esta se lo pidiese a zumbidos.

Siempre ha sido como su hermana mayor y en ese entonces, también su compañera de piso.

A pesar de que Airin aún tiene diecisiete años, hicieron una excepción muy poco usual y la dejaron irse a vivir con ella bajo vigilancia mensual.

Al cumplir sus diez y ocho, el estado le proporciono a María una casa con un alquiler social. Esta tampoco era deslumbrante, más bien todo lo contrario. Era un pisito pequeño de barrio, con paredes de un blanco sucio y humedad en el techo. Frio en verano y muy frio en invierno.

Era más bien una pesadilla de piso pero tenia lo justo y necesario para vivir en él.

Airin miro el despertador, eran ya las tres y media, había dormido de más. Se levanto, se puso los primeros vaqueros negros que encontró y una camiseta del mismo color, acto seguido se dispuso a almorzar.

María no estaba en casa, se pasaba la mayor parte del tiempo trabajando en una cafetería de la ciudad, dejó los estudios al acabar la secundaria.

Airin a diferencia de su amiga, cursó el bachillerato y no se presentó en la selectividad por mera indecisión, por culpa de eso le esperaba un largo año sabático.

A pesar de hacer un día gris de lluvia no soportaba quedarse en casa, así que peinó su larga melena rubia cobriza, se calzó las botas, se puso su chupa y salió a la calle.

A pesar de las gotas que caían no hacía frio, el aire era agradable y se respiraba tranquilidad.

Había ruidos de coches a la vez que cantos de pájaros. Se distinguía el sonido del viento, las gotas de la lluvia y el flojo chapoteo de sus botas al pisar el asfalto.

Las gotas resbalaban por su piel, deslizándose por esta y cayendo finalmente al suelo. Caminaba sin un lugar decidido al cual dirigirse, aun así, pasaba por callejones o por lugares verdes de vegetación, agachándose para no golpearse con las ramas de los bajos arboles mojados.

Poco a poco la lluvia fue cesando y a la vez el día se iba apagando.

El paseo le había dado para largo, aún estaba algo lejos de casa así que seguiría rondando las calles un rato más.

Ese mismo día era la inauguración de una plaza que había estado en reformas durante varios meses.

Consideró vagamente la idea de aproximarse hasta allí.

Poco después empezó a sentirse observada, a medida que avanzaba sentía una extraña presión que se alojaba en su pecho, iba fijándose inútilmente en los reflejos del agua sin atrever a girarse para ver quién iba detrás de ella, pero cada vez los pasos se oían más cercanos, aunque ligeros y sigilosos.

Con paso acelerado decidió meterse en calles más transitadas y en un loco intento de persuadir a su acosador, llegó a un callejón algo más estrecho y vacío donde había poco más que un par de contenedores.

Estaba en la zona más solitaria del barrio. Su corazón latía con fuerza, convencida de que se le saldría del pecho, las piernas le temblaban un poco al andar y jadeaba con cada aliento que daba.

Airin miraba al frente sin apartar la vista de su objetivo, seguir avanzando.

Al final del callejón, divisó una larga y esbelta figura inmóvil que, a pesar de la distancia, se percató de que la estaba esperando. Al mismo tiempo, noto un cálido aliento en su nuca. Y fue entonces cuando supo que la tenían justo donde ellos querían.

En ese momento sentía tal pánico que sin pensarlo dos veces, a la par que se volteaba lanzó un golpe con el puño a su contrincante, quien lo detuvo con la mano sin inmutarse.

Era más alto que ella, de pelo oscuro y ojos de color noche. No eran negros ni de un tono oscuro de azul. Una mezcla de ambas tal vez. Lo que si eran, es hipnóticos.
Espetó otro golpe, seco y sonoro, más incluso que el anterior, hecho con la intención de herir, de apartar, de huir. Pero la velocidad asombrosa del muchacho logró atrapar su puño entre sus largos y fuertes dedos.

Sin cometer más actos imprudentes que pudieran cabrear al joven, Airin empezó a correr, escuchando sus pasos veloces tras de sí.

Se fue directa a la plaza donde ya se acumulaba mucha gente esperando un estúpido discurso de bienvenida. Y metiéndose entre todo ese pelotón de muchedumbre y antes de que llegara a alcanzarla grito:

-¡Por favor, ayúdenme!- echó la vista a las personas que yacían a su alrededor con la esperanza de que fueran a su auxilio- este hombre me está acosando.

Estaba muy asustada, y le faltaba el aire, a pesar de ello, salió casi a rastras del lugar y se giró para volver a ver al atractivo chico nuevamente.

La multitud se abalanzaba hacia el muchacho, en cambio a él parecía no importarle, entonces, ambos intercambiaron una mirada, y la pelirroja supo que esto no había acabado, que se volverían a encontrar.

AirinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora