❧Capítulo Único

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31 de octubre a las 8 p.m.
Quinto piso del condominio.

Habían pasado ya 30 minutos de la hora que tenía acordada con su hijo para que este mismo volviera a casa. No le tomo tanta importancia puesto que era normal que el joven volviera más tarde de lo que solían acordar y ella sabía que el mismo solía quedarse hablando o paseando con el chico que vivía tres pisos más abajo, así que simplemente envió un mensaje pidiendo que se apurara para así poder comer e ir a dormir, al día siguiente había que ir a clases.

Más pronto que tarde, se hicieron las 9 p.m. y el chico seguía sin llegar a casa, los mensajes aparecían sin ver y estaba comenzando a preocuparse, hasta que finalmente, tocaron la puerta.
Se levantó rápido de la mesa en la que había preparado todo para comer, estaba un poco extrañada ya que se suponía que su hijo tenía las llaves de la casa, pero pensó que tal vez las había perdido o se las había olvidado; de todas formas abrió la puerta con el seño fruncido.

– ¿Crees que estas son horas de lleg-? – se detuvo abruptamente cuando se dio cuenta que del otro lado de la puerta no estaba su pequeño hijo de catorce años, sino que se encontraban dos policías con el chico del piso numero dos. – ¿Hola? ¿Necesitan algo?

– Buenas noches señora, ¿Usted es la señora Baji Amaya? – preguntó el oficial mientras miraba en su pequeña libreta. La mujer se limitó a asentir.

– Si, esa soy yo, ¿Sucedió algo? – preguntó a los oficiales para luego mirar al rubio, todo lastimado. – ¿Donde esta Keisuke? – preguntó ahora un poco más preocupada.

– Señora, necesitamos que se siente, ¿Podemos pasar? – dijo ahora el otro oficial, la pelinegra asintió y se dirigió a la mesa donde la comida ya estaba más fría que antes, con los oficiales y el chico con la cabeza gacha siguiéndoles.

– Bien, por favor que alguien me explique que es lo que esta sucediendo y que también me digan donde esta mi hijo. – sus manos temblaban y su voz también lo hacía, estaba nerviosa y preocupada.

– Señora, lamentamos informarle que su hijo, Baji Keisuke, falleció el día de hoy en un enfrentamiento entre pandillas. – los ojos de la mujer se abrieron como platos y pronto comenzaron a cristalizarse. – Afortunadamente logramos capturar al culpable y estará tras las rejas un tiempo largo.

– Lamentamos muchísimo su perdida, Señora. – Dijo el otro policía para luego, ambos quitarse la gorra y hacer una reverencia. – Nosotros nos iremos, la dejaremos descansar, pero necesitamos que mañana venga a completar unos papeles para así poder hacer lo que usted desee con el cuerpo. – hicieron otra reverencia y se fueron, dejando a la mujer shockeada y al chico sin saber que decir.

De pronto un alarido se escucho en todo el edificio, proveniente de la pelinegra, quien ya estaba dejando salir todo lo que no estaba pudiendo. Lagrimas caían por sus mejillas sin cesar y el nudo en su garganta parecía no desaparecer a pesar de todo lo que soltó. Esto provocó que el joven también comenzara a llorar mientras se acercaba a la mujer y la abrazaba con todas su fuerzas.

– Lamento no haber podido cuidarlo bien, tía, lo siento tanto, todo esto es mi culpa. – dijo con la voz entrecortada por el llanto. – Lamento todo esto, ustedes no se lo merecían, fallé.

– No lo hiciste querido, no es así. – se aferraban el uno al otro para darse contención, para recordar a quien ya no estaba, para poder así sentir el calor de quien faltaba en la sala.

Estuvieron así un buen rato, la mujer no podía parar, y era lo lógico. Había perdido lo único que le quedaba, lo más preciado que tenía, a quien más amaba en todo el mundo, a quién le encantaba ver por la casa, a quién le encantaba cuidar, proteger, dar de comer, regañar y abrazar cada día de su vida. Había perdido a su más grande tesoro, y no había nada ni nadie que reemplazara todo lo que Keisuke había sido, es y será siempre para ella.

– Cena conmigo, Chifuyu, por favor. – dijo con la sonrisa más forzada que alguna vez vayas a ver en tu vida, a lo que el chico de ojos esmeralda solo asintió y se sentó frente a ella.

Comieron en un silencio sepulcral. No hubo palabras, ni llantos, solo simples sorbidos de nariz y el ruido de los bocados que daban por la comida. Al poco tiempo el joven agradeció por la misma y volvió a su casa, mientras que Amaya se dirigía a su habitación a descansar.

Al día siguiente se dirigió a la estación de policías, reconoció el cuerpo de su difunto hijo, lloró nuevamente y firmo los papeles correspondientes, pidiendo que lo cremaran para sepultarlo en la tumba familiar.

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2 de noviembre a las 11:57 p.m
Habitación de Amaya.

Daba vueltas en su cama, seguía pensando en la reciente muerte de su hijo. Ya había ido a la correccional a escuchar a Kazutora; lo perdonó pero le ordenó que jamás se vuelva a acercar a su casa o a ella, no quería volver a verlo nunca más, y era obvio que el de ojos miel lo entendía.

Prontamente se hicieron las doce, ya era 3 de noviembre, así que tomó un paquete de su armario y se dirigió a la habitación de su hijo. Se sentó en la cama tranquilamente, pudiendo oler su olor que aún estaba impregnado en las sábanas, aunque se podía decir que en la habitación entera.

– Feliz cumpleaños N°15 Kei, espero te guste tu regalo. – dijo en un susurro con un nudo en la voz; procedió luego a abrir el regalo, mostrando esa chaqueta de color azul que el chico tanto había estado pidiendo pero ella por trabajo o por problemas de dinero no había podido comprar.

Lloró mientras abrazaba la chaqueta y se recostó en la cama sintiendo más fuerte el olor. Estaba destruida por dentro, la culpa y el dolor la carcomían y el hecho de ya no poder abrazar a su pequeño hijo la estaba matando. Tenía que ser fuerte, lo sabía, pero era difícil y llevaría tiempo, pero lo haría, porque Keisuke lo habría querido así.

– Te extraño tanto hijo, cada día es un martirio sin tu sonrisa y sin tus abrazos. – susurró entre lagrimas. – Extraño tus buenos días de mal humor y tus buenas noches llenas de alegría, extraño tu forma de comer a lo bruto y tu forma de decir que me quieres. – soltó recordando como siempre que el pelinegro quería decir te quiero o algo parecido, era acercándose con una sonrisa, golpear tres veces la puerta y decir, "¿puedo darte un pan?" para luego abrazarla con todas sus fuerzas. Es algo tonto, pero ellos lo entendían a la perfección. – Extraño tu forma de reír y extraño tu pelo largo que a mi me encantaba peinar. Pero por sobre todo, lo que más extraño, es a ti.
Te extraño a ti, hijo, pero lograré seguir solo por ti. – dijo la mujer para luego sonreír, mientras se quedaba dormida.

En ese momento de somnolencia, en el que no estaba completamente dormida pero tampoco completamente despierta, pudo divisar, en una ilusión, a su hijo, acercándose con una sonrisa, tocando la puerta y diciendo. – ¿Puedo darte un pan? – lagrimas salían de sus ojos y se acostó junto a ella para abrazarla, produciendo un calor inimaginable en la pelinegra. – Te quiero, mamá, y siempre te voy a cuidar...

Se sintió tan real ese calor y la voz sonaba como la ultima vez que lo había escuchado. Se sintió como si verdaderamente, él estuviera ahí, y ella lo disfruto aunque sea por un minuto.

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˚₊· ͟͟͞͞➳❥ Hola! Espero que hayan disfrutado de este one-shot y que hayan llorado tanto como yo mientras lo escribía. Siempre que recuerdo la muerte de Baji pienso en su pobre madre y entonces decidí hacer una reacción de su parte, ya que también, nuestro pelinegro favorito cumpliría pocos días después de su muerte. Les quiero muchísimo y espero que nos veamos muy con otra historia. 

Pd: PASENSE POR MI CUENTA, ahí encontraran lo que deseen o incluso pueden sugerirme, yo leo y respondo todo.

Nos vemos, BYE BYE!

-China <3

Te extraño a tí, hijo... -Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora