Prólogo

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En los inicios de la tierra, cuando el mundo tenía poco tiempo de ser creado, Lucifer fue desterrado de los cielos, el ángel más poderoso y querido por Dios fue condenado a perder sus alas por el pecado de sentirse superior a Dios.
Esta es la historia que todos conocemos de los orígenes del bien y el mal, pero, ¿qué sucedió más allá de lo que nos han contado?

Lucifer no tenía intenciones de sobrepasar en poder a Dios, mucho menos gobernar los cielos y la tierra, su único propósito eran esos dulces momentos en los que un ángel en específico, tenía la oportunidad de acompañarlo en su tiempo libre. Epifania, la amada de Lucifer, una hermosa angel a la cual el joven amaba con todo su ser. Una joven de mirada traviesa, juguetona, el joven ángel estaba enloquecido por ella. Dios estaba bien con la felicidad de sus ángeles enamorados, pero al ver en el interior de Epifania encontró una creciente maldad.

Un mal que la consumía lenta pero seguramente, se convertiría en la perdición de su creación si no intervenía, por lo que al caer la noche después de haber creado la tierra, se deshizo de ella. Al salir la luz del sol, Lucifer se encontró las prendas de aquella amada esparcidas por el suelo junto a varias plumas, veía los restos de su amada con el corazón hecho pedazos, cayó de rodillas frente a las prendas que el había confeccionado para ella, llorando desconsoladamente, aferrado a esas ropas como si al hacerlo tendría esperanza de que volviese. Dios tomó su hombro y lo abrazó, consolando al joven, quien seguía sin comprender porque debía pasar por tal situación...

— Mi señor... ¿porqué tuvo que hacerlo...? ¿Qué pecado cometió ella...? — Lucifer imploró por respuestas.

-Todo tiene una razón, hijo mío. Tu deber es acatar mis órdenes, como todo debe ser.- Dios limpió las lágrimas del joven, pero este, con el corazón contaminado por el dolor de la pérdida de su amada, salió volando de ahí.

Para el día siguiente Lucifer tenía aliados de su lado, listos para acabar con quien había asesinado al amor de su vida. Al final del destierro de Lucifer y de haber quitado las alas a aquellos traidores, Dios decidió que debía tener un apoyo para cuando volviera Lucifer, creando un alma que tendría los poderes que el lograba desenvolver pero siempre bajo su control, liberó esta alma en el mundo, dejándola deambular en la tierra y cuidarla lo mejor posible. Con ayuda de sus aliados, Lucifer logró manipular al alma para tener una conexión, de tener la contaminación que Lucifer tenía en su corazón, el don de la duda, la curiosidad y el ver más allá del límite que le habían puesto. El alma ahora era una fusión de Dios y Lucifer, conocía su propósito, pero igual quería experimentar cada experiencia individual de las creaciones de Dios.

Poseyendo los cuerpos de seres recién nacidos, como moscas, hormigas, aprendía desde el punto de vista de cada criatura. En este tiempo las generaciones avanzaban desde el destierro de Adán y Eva del Edén, las primeras civilizaciones empezaron a progresar, y el alma que los veía desde su cuerpo temporal, los admiraba siempre. Poco a poco cambiaba de especie hasta que llegó a la que más anhelaba, el humano. En este tipo de cuerpo no lograba tener el control como debía, pero de cierta manera, eso le gustaba. Y mientras Lucifer luchaba contra Dios por acabar de corromper al corazón del portador, esto se convirtió en costumbre, una lucha interminable por siglos.

Mi Ángel de la GuardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora