Capítulo 29

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Día 5, mañana

Alec siente la muñeca de Magnus deslizarse fuera de su mano, pues el tirón de la voz alfa de Maryse es más fuerte que la voluntad de Alec de lastimar a su omega. Los mira mientras salen del piso. Más tarde, dirá que su cerebro sufrió un cortocircuito, pero en realidad no hay una explicación razonable de por qué se había quedado paralizado y dejado que su madre se llevara a su pareja.

Sale al pasillo a trompicones y ve a Maryse presionar el botón del ascensor. Es entonces cuando Alec finalmente encuentra su voz de nuevo.

—¡Magnus! —grita pero, aparte de que un ligero temblor recorra todo su cuerpo, el omega no reacciona.

La puerta del ascensor se abre con un tin y Maryse entra, dándole a su hijo mayor una mirada severa que éste conoce desde la infancia. La mujer está abismalmente decepcionada. Para sorpresa de Alec, no duele como solía hacerlo. El miedo que siente ahoga cualquier vergüenza que ella haya podido inculcarle en el pasado.

Es un adulto, un alfa, y no dejará que se lleve a la persona que está empezando a amar.

Ella le dice algo a Magnus que Alec no puede entender, pero debe haber sido una orden para entrar en el ascensor. Magnus se acerca a la cabina y Alec decide hacer lo que le había prometido a su pareja que nunca volvería a ocurrir.

¡Suficiente! —explota y Magnus se congela a mitad de camino. Los ojos de Maryse se agrandan—. ¡Ven aquí! —ordena Alec.

Magnus se gira y camina en piloto automático en dirección a su pareja. A Alec le rompe el corazón verlo así. La voz alfa funciona como un hechizo, especialmente en omegas a quienes no se les enseñó a resistirla, y seguro que no había sido el caso de Magnus, o por lo menos había perdido la práctica.

Alec se acerca a recibirlo mientras Maryse detiene el cierre de la puerta del ascensor.

Omega. ¡Ven conmigo! —lo intenta, pero es en vano. Ningún alfa puede anular la orden de una pareja. Ahora está furiosa, y Alec lo disfruta por una fracción de segundo hasta que siente a Magnus temblar en sus brazos.

Alec le lanza a su madre una mirada severa.

—¡No quiero verte cerca de mi pareja nunca más! ¡Estás muerta para mí! —le grita y lleva a Magnus de regreso al piso.

Se vuelve una última vez y ve a su madre abriendo y cerrando la boca como un pez fuera del agua antes de que se cierre la puerta del ascensor y ella desaparezca.

—Se ha ido. Todo va a estar bien —susurra Alec mientras lleva a Magnus al sofá. Pero Magnus se hunde en el suelo frente a él, dejándose caer contra el costado de Alec.

—Alfa.

La voz de Magnus es débil, y sus manos están cerradas fuertemente en la camisa de Alec, tan apretadas que la tela podría arruinarse cuando la soltara. Pero Magnus ni siquiera se percata de esto y su alfa no se preocupa por algo tan mundano. Solo quiere que su pareja se sienta segura. Alec refrena su aroma a desesperación y se concentra en enviar notas tranquilizadoras a su pareja.

—Magnus, ven, olfatéame. Ella se ha ido. Nadie te hará daño. Eres mío —dice Alec tan calmado como puede.

—Tuyo —susurra Magnus.

—Sí. Eres mío. Te lo dije. Nadie te va a alejar de mí.

—Tuyo —repite el omega.

Magnus todavía está rígido, demasiado rígido para guiarlo hacia su cuello, por lo que Alec pasa sus muñecas por las mejillas de su pareja para marcarlo con su aroma y, con suerte, sacarlo de su estado catatónico.

Mine To Hold [Malec] [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora