único

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—Alejandra, él es Nicolás —menciona un amigo en común—. Aunque, ya lo debes de conocer, definitivamente —suelta una risita.

Yo al tomarle de la mano, levantar la mirada, sonreír delicadamente y levantar una ceja, lo dejo algo asombrado pero me recibe el saludo con una sonrisa grande.

En mi adolescencia, mi enorme fantasía era ser groupie. Hoy, sin haberlo logrado porque todos los hombres con los que alguna vez quise tener sexo viven a kilómetros de mí y ya superan los 60 años, estaba echada en el sillón viendo la TV.

Y ahí lo ví. Qué hombre.

Bordeando los 50—y porque sigo la costumbre de que me atraigan los que tienen la edad de mi padre—, él opinaba, hacía su trabajo tras una pantalla. Y yo pensaba en que algo de él lo hacía ver como si me estuviera coqueteando netamente a mí. La mirada, el ceño, aquellas piernas largas y delgadas con las que sostenía su fibroso cuerpo, la sonrisa maldita que, según yo, exclamaba "quiero cogerte" eran suficientes razones para que en mi entrepierna sienta un calor, el cual debía de disimular porque estábamos en familia.

Y ahora lo tengo al frente mío, en una reunión social. No pregunten cómo sucedió, solo ocurrió: felizmente tenemos conocidos en común.

Ahora, solo sé que es el maravilloso momento para cumplir mi fantasía.

[...]

Yo solo converso con las invitadas. Sentada y cruzada de piernas, me dedico a hablar mientras toco mis extremidades, cadera, cintura, captando la mirada de Nicolás a algunos metros de mí, haciéndolo desconcentrar totalmente de lo que sus amigos le decían.

Giro tan solo un poco la cabeza y lo atrapo mirándome. Le sonrío, ya que él al parecer fingió no haberme visto durante los últimos minutos y vuelvo a voltearme.

Comportándome de igual manera, luego de algunos instantes varias personas dejan el salón.

Él yace al lado de la mesa bebiendo ponche. Yo converso con Mariana, la última chica que queda y que conocí hoy, y a la vez observo sin parecer necesitada en absoluto a la mesa. Él parece buscarme la mirada también.

Nunca había recibido reciprocidad de un varón hasta hoy, confirmándolo, pues él toma el valor de venir a sentarse con nosotras.

—¿Te aburrías solo? —le pregunto.
—Algo.
—¿Y viniste aquí para... pasarla bien? —le recorro el cuerpo con la mirada lo suficientemente evidente como para que lo note.

Él se limita a colocar una sonrisa de lado y colocar su mano en su entrepierna. Estoy segura que tiene una deliciosa erección.

Mariana, al parecer, nota la tensión y dice que irá al baño. "Llegó el momento" exclamo en la mente.

Durante varios segundos le pregunto sobre su vida. Conozco mi plan: él habla, yo me toco el cuerpo sutilmente y él queda anonadado. Pronto me pedirá ir a su habitación, ya que es una reunión en el hotel en donde se hospeda. Y el plan funciona. Poco a poco se va desconcentrando, traba su lengua.

—Luces algo tonto... cálmate —sonrío coqueta, mientras me atrevo a estirar mi pierna debajo de la mesa para acariciar la suya con ella.

Él parece llegar a su límite.

—Alejandra —se toca la cabeza mientras suspira—, quiero que me acompañes a un lugar.

Yo quito mi pierna de golpe. Eso a él le dejó más loco aún, boquiabierto, notablemente deseando más de mí.

—¿A dónde?
—¿Me permites llevarte? —casi ruega.

Yo me tomo unos segundos para pensar. Eso a él no le gusta para nada; puedo notarlo en su rostro. Sé que quiere follarme ya. Me divierte seguir sintiendo que me desea más y más.

piernas largas +18 [ 𝙤𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora