La luz comenzaba a colarse de una manera descarada por la cortina gastada que, se suponía, debía cubrir el sol para mantener al chico que dormía en su cama en ese estado de reposo.
Sin embargo, la odiosa y determinada luz comenzó a molestar al chico de cabellos rubios, quien dormía exhausto por haber ayudado con la mudanza el día anterior. Apretó mucho más sus ojos antes de mover su mano sin razón aparente y, finalmente, abrir sus peculiares ojos azules.
Sus orbes brillaron con tremendo esplendor gracias a la luz que los atacaban de una manera divina; logrando que el chico delgado que despertaba sobre su cómoda nueva cama, se viera aún más precioso.
Después de tallar sus ojos con delicadeza y bostezar grande, escuchó la, ya conocida para él, voz de su progenitora, quien lo llamaba con insistencia desde la planta baja de su nueva residencia.
-¡Voy, mamá! -contestó en forma de grito para que su madre, quien le había pedido que bajara a desayunar lo más pronto posible, lo escuchara a esa distancia.
Lee Heeseung, ese era su nombre, apartó las sábanas blancas -las cuales estaban hechas un desastre- de su cuerpo y se levantó con resignación. Era hora de comenzar su día; la mejor manera de hacerlo, era obedeciendo a su madre en lo que le pidiera; detestaba las peleas y los desacuerdos.
Por esa misma razón, se apresuró a buscar una camisa blanca y un pantalón de vestir negro; peinó su cabello lacio después de vestirse y se miró al espejo. Ya tenía veinte años, pero, por alguna razón, seguía viéndose como un niño de diez o tal vez quince años.
¿Cómo había pasado su adolescencia? ¿Acaso se le habría escapado y seguía siendo un niño? En realidad se preguntaba por qué no le había pasado lo que todos sus antiguos maestros le habían dicho que pasaría.
No había sentido nunca la necesidad de retar a sus padres; tampoco de establecer otras relaciones que no fueran simple amistad o de hacer cosas que no eran correctas. Heeseung tampoco consideraba que su madre fuera demasiado absorbente con él, pero... digamos que no se permitía pensar de esa manera de su mamá.
Él había llevado una educación basada en el catolicismo toda su vida; siempre había asistido a la iglesia y se había esforzado por mantener a los pecados muy alejados de él. Constantemente se recordaba a sí mismo que todo el tiempo tenía que cumplir los diez mandamientos de la Iglesia.
Cuando terminó de observarse al espejo de la misma manera en la que lo había hecho toda su vida, salió corriendo de su habitación para terminar con la espera de su progenitora.
-Buenos días, mamá. -saludó como un buen hijo, haciendo una ligera reverencia hacia su madre. Se enderezó y, con una sonrisa, caminó hacia la mesa del comedor a observar a la señora servir los platos de comida.
-¿Cómo amaneció mi niño bueno? -preguntó con una sonrisa impecable, tomando ambos platos en sus manos y colocando uno frente a su unigénito.
-Bien, gracias. -miró a su madre con aquellos ojos que se asemejaban a pequeños zafiros y una sonrisa en agradecimiento por la comida.
-¿Emocionado por empezar tu nueva vida en Busan? -preguntó la pelinegra, llevando un pedazo de tostada de pan a su boca y sintiéndose nostálgica al momento de observar, de nueva cuenta, el gran parecido que tenía Heeseung con su difunto esposo.
-Sí, claro. No puedo esperar a conocer a las personas y hacer nuevos amigos. -dicho esto, bajó la mirada a su plato, recordando por breves instantes al que solía ser su mejor amigo: Kim Sunoo; un chico de amplia sonrisa y miles de historias qué contar. Al cual, tuvo que abandonar en su cuidad natal cuando su madre, de una manera egoísta, decidió que debían mudarse a 88 kilómetros de él. Pero bueno, ¿qué podía decir? Su madre tenía la última palabra.

ESTÁS LEYENDO
🔥 burning love · jakeseung 💘✔️
Hayran Kurgu¸„.-•¹°"ˆ˜¨ ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒ́ⁿ ¨˜ˆ"°¹•-.„¸ ⸙⛜⫺ 𝑁𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑎𝑟𝑑𝑒𝑟𝑎́ 𝑒𝑛 𝑙𝑢𝑗𝑢𝑟𝑖𝑎 𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑑𝑖𝑜𝑠, 𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑚𝑝𝑙𝑒 𝘩𝑒𝑐𝘩𝑜 𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑟 𝑒𝑛 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑢𝑠𝑡𝑒...