La mañana de su primer día de clase Eva se despertó más nerviosa que nunca en su vida. Se había levantado con el pulso acelerado y nauseas, y pese a que al principio había pensado que la cena le había sentado mal, resultó que el malestar general se debía a la ansiedad.
Nunca le había sucedido, en general no solía alterarse, pocas cosas la hacían sentir inquieta. Pero por algún motivo aquella mañana tenía los nervios de punta. Le tocaba empezar de nuevo, con gente nueva, profesores nuevos... Sola, era hora de emprender un nuevo camino totalmente sola.
Sin su padre a su lado no le quedaba otra opción más que hacer amigos. Solo el hecho de pensar en hablar con alguien le revolvía el estómago. Eva no era una chica sociable, siempre había preferido la soledad a la compañía de los otros niños, a los que encontraba desesperantemente simples. Sin embargo, el día anterior se había encendido una chispa de interés por las personas que la rodeaban. De hecho, muchos de los alumnos de Hogwarts eran hijos de magos y venían de familias que vivían en el mundo mágico, un mundo que Eva no había tenido la oportunidad de ver y del que sabía entre poco y nada. Tal vez su curiosidad se debiese a eso, o tal vez tenía algo que ver con el aura que rodeaba a las personas mágicas, aura que parecía atraerla irremediablemente.
Quería empezar de cero, esta vez intentaría ser más amigable, solucionar la impresión que había causado a sus nuevos compañeros el día anterior. Era consciente de que se había portado de forma bastante desagradable con los que habían intentado ser amables con ella, lo sentía por sus compañeros de vagón en el Expreso, a los que había ignorado casi por completo. Y es que una parte de ella se revelaba ante la idea de relacionarse con los demás, esa parte de sí misma a la que le gustaba la soledad y a la que las personas agobiaban. Esa faceta gritaba que la gente era un incordio mientras que otra suplicaba por compañía, amigos tal vez, huir del sentimiento de marginación. Esas contradicciones eran habituales en el mundo interior de Eva, que a veces sentía casi como si fuese dos personas distintas a la vez, distintas e incompatibles más concretamente, cosa que la confundía y la hacía plantearse su salud mental.
Perdida en sus pensamientos se había levantado y había conseguido llegar al baño. Mientras se cepillaba los dientes se analizó a sí misma en el espejo. Conocía bien su rostro, un rostro con el que irónicamente nunca había conseguido identificarse. El reflejo, SU reflejo, la miraba completamente impasible. Pensó que en su piel, blanca como la nieve, no había forma de adivinar que había pasado un mes tostandose bajo el sol de Madrid, no era el color de piel de una persona que salía a pasear al monte, ni el de una persona que amaba los bosques y los lugares al aire libre. El pelo, ligeramente ondulado y castaño oscuro, acentuaba aún mas su palidez y realzaba sus ojos, azules y fríos como el hielo. Sus ojos... incluso ella misma se sentía intimidada por ellos, horribles y hermosos al mismo tiempo. Eva los odiaba y amaba a la vez.
Se lavó la cara con agua fría para despejarse. A su lado había dejado el cepillo del pelo. Intentó hacer que levitase al igual que había visto a su padre hacerlo con la cuchara de madera el día que recibió la carta. El cepillo no se movió, cosa que la decepcionó profundamente.
Se sentó en el suelo, al lado de la ventana por la que entraba la tenue luz del amanecer. El cielo empezaba a clarear. Eva siempre se levantaba cuando salía el sol, le gustaba madrugar. De mientras se peinaba recordó con añoranza aquella época en la que aprovechaba que se había levantado mucho antes de lo necesario para prepararse tranquilamente y luego despertaba a su padre para que le cepillase el pelo, una rutina que repetían cada día. Jack la peinaba mientras le relataba historias de un mundo que él mismo había inventado, Idhún.
Por algún motivo que ni ella conocía se había ido distanciando de su padre, poniendo límites, y en algún momento habían abandonado esa costumbre. Jack había aprendido que Eva necesitaba su espacio y ella lo agradecía, pero echaba de menos cosas como esa.
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Tras esos ojos de hielo
Fanfiction¿Qué pasa cuando pierdes lo que más amas en el mundo? ¿Qué pasa cuando lo único que te queda es algo que tu instinto rechaza? ¿Qué pasa cuando un dragón y un shek solo se tienen el uno al otro...