"Un abrazo"

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La campana del recreo sonó, y Leon por fin tendría tiempo libre luego de la clase de matemáticas.

Al igual que siempre, fue a apoyarse en un muro alejado del resto de chicos, sin intenciones de moverse de allí. Instantes después, alguien se sentó a su lado, y le llamó la atención con tan solo unas simples palabras.

—Hola, Leon.

Con esa dulce y característica voz femenina, no tardó en adivinar que se trataba de su única buena compañía en toda la escuela y a quien siempre esperaba en los recreos. En respuesta, movió su cabeza para verla mejor y contestarle.

—Hola, Jessie —le saludó igualmente, algo desanimado.

Algo andaba mal, y la pelirroja lo dedujo ni bien su amigo le respondió. En ocasiones como esa, una leve sonrisa y sencillas palabras solían ser suficientes para levantarle el ánimo; sin embargo, esa vez no bastó nada de ello, y la preocupación de Jessie pasó a ser mayor.

—¿Pasa algo, Leon? ¿Por qué estás triste? —preguntó mirándole directamente a su cara, cubierta casi en su totalidad por la sombra de la capucha.

—¿Eh? Este... No, no me sucede nada, ni estoy triste. Tranquila, Jess —intentó el contrario evadir así el asunto, pero de nada sirvió.

—Leon, sé perfectamente que sí estás triste. Soy tu mejor amiga, y sé a la perfección cuándo te sientes especialmente mal —insistió la pelirroja con total determinación.

El chico bajó la cabeza, pues la pelirroja no se equivocaba. No le quedaba más remedio que contarle lo que pensaba, sin importar cuánta angustia le provocara solo mencionar una palabra al respecto.

—Ayer... He escuchado hablar a mi padre por teléfono —empezó contando el moreno después de asegurarse de que nadie más que la pelirroja lo oyera—. No sé exactamente con quién, solo me enteré de por qué trabaja tanto y qué nos estaba escondiendo a mí y a mi hermana...

Para Jessie, era evidente de antemano que Leon no estaba bien. Lo que no esperaba, era que fuera por cuestiones familiares, sino más bien por algo como burlas de algún compañero de curso, o como mucho por sus bajas calificaciones. Con ello, ahora sí que tendría difícil levantarle el ánimo.

—¿Qué cosa les escondía? —antes de hacer nada, quería tener la información completa.

—Deudas... —contestó el moreno con la voz temblorosa—. Parece que mi papá está con deudas, y me entero de que por eso mismo no puede estar más tiempo con nosotros —prosiguió.

—Oh...

—No sé qué rayos hacer al respecto, Jessie —a partir de este momento, Leon se iría quebrando poco a poco al hablar—. Él hace tanto por Nita y por mí, pero por lo visto no alcanza para combatir esas deudas de las que hablaba. Y yo fui un idiota al no darme cuenta de ello por enfocarme más en sufrir en este infierno al que llamamos escuela —en este punto, el chico terminó de quebrarse.

El moreno no pudo aguantar más tras terminar de contarle todo a Jessie, y empezó a llorar con la cara cubierta por sus manos y la sombra de su capucha. La contraria se conmovió rápidamente, y lo primero que hizo fue abrazarlo e intentar consolarlo con las palabras que le salieran en el momento.

—Tranquilo, Leon. Sé que podrás ayudarlo de alguna manera ahora que sabes del problema —mientras la menor hablaba, el chico intentaba terminar de llorar—. Y si no sabes cómo, yo también pondré de mi parte. Lo prometo.

Conmovido por tales palabras, el muchacho se secó las lágrimas con sus manos, le correspondió el abrazo a Jessie y le contestó con suma sinceridad, llegando a decirle cosas que nunca antes le había dicho.

—Gracias por estar siempre conmigo y ayudarme a pesar de todo, Jess; eres la mejor persona que pudo estar a mi lado.

Aunque a la muchacha le sorprendió ser reconocida de esa manera, siguió el hilo del asunto.

—Gracias por reconocerme esas cosas, Leon. Te quiero mucho, aunque pocas veces lo pueda decir —afirmó sin dejar de abrazarlo.

—Yo también te quiero, Jessie —finalizó Leon para seguir abrazando en silencio a su amiga.

Fin del relato fugaz

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