Supernova

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- Leila! Escucha!- La insistente voz de su madre la llamó hartamente.

Se dignó por fin a ponerle atención, no sin antes expresar su fastidio por medio de un giro de ojos y un suspiro que se asemejaba más a un gruñido.

Sacó los audífonos de sus oídos, mirando a la mandamás.

- Si?- Se la quedó viendo, apática. Esperando su orden.

- Por favor destapa tus oídos cuando estés en el comedor, y ven aquí, quiero saber tu opinión - La vio adentrarse en su estudio secreto, el nombre viene por su discreción, siendo el lugar donde Sabrina trabajaba en las obras populares. Rara vez, debía restaurar objetos de tanto valor, pero cuando lo hacía, dejaba que su hija se deleitara con aquellas artes finas, antes de devolverlas.

Si, las restauraba en casa por el motivo de ser un trabajo muy minucioso y dedicado. Unas horas no bastaban, el sueño era muchas veces sacrificado por entregarse a la labor exigente que le demandaba su completa atención, todos los días, incontables horas.

Al entrar, Leila vió el plato vacío de lo que había sido la cena de su madre el día anterior, tomó la bandeja y se dirigió con cuidado, hasta una distancia segura, al cuadro de las jovencitas resplandecientes de piel desnuda.

El delantal voló hacia el otro extremo del cuarto, ambos guantes se tiraron a la basura, y la mascarilla pálida dejó de tapar el cansado rostro de su madre. Pero Leila se concentró en lo que tenía adelante, la obra, aunque le parecía más poético, admirar al ser humano que le dió vida nuevamente a esas bellas jóvenes.

- Y que piensas?- Incitó la laboriosa mujer.

Se tomó un momento para apreciarlas, el rosado color en sus mejillas, el brillo en sus ojos, los colores de la tierra que las hacían mezclarse con toda la ambientación detrás.

- Son perfectamente mujeres - Remarcó.

No sabia por qué, pero pinturas así le impresionaban por su técnica hiperrealista, al mismo tiempo que le hacían sentir rechazo, pues era todo tan idílico y utópico como el paraíso del Edén.

En definitiva, no representaba para nada la realidad del mundo. Tal vez por eso no le gustaba. El renacentismo no era su preferido entre los movimientos de arte.

Era más vanguardista...

- Estas nueve mujeres son las Musas. Las conocías?-

- No... Se supone que son inspiradoras no es asi? -

Deberían llamarse las..."insípidas".

- Te las presento, son Clío, Talía... - Agudizó la mirada hacia una de ellas - Melpómene!, Terpsicore, Euterpe, Caliope, Erato, Urania, Polimnia... Una me recuerda a tí, que irónico. -

Ninguna le parecía de su agrado, o más bien, no se identificaba con ninguna, hasta que su vista se recorrió una lira de madera. Pero esta era manipulada por el único hombre de la pintura. Le pareció curioso, se preguntaba quién podía ser aquél único masculino, parecía irradiar una luz de oro.

- Esta obra se titula " Las musas dejando a su padre Apolo para ir a iluminar el mundo". Su trabajo consiste en inspirar a los humanos con las artes, bajaban a la tierra a susurrar ideas e inspirar a aquellos mortales que las invocaran. Se dice que tenían un gran poder para ayudar a la gente, a encontrar su voz y poder expresarse, se dice que traen la luz del mundo. Su padre es el Dios del Sol, también conocido como el Dios de la fuerza y pionero en las artes, gemelo de Artemisa. -

«Hermano de la diosa de la Luna» pensó. Su natural complementario y opuesto.

- La adoración por las musas llegó incluso a Grecia, al Templo de platón, llamado la Academia de Atenas. Pero hoy en día el culto a las musas a pasado a ser historia antigua, y estas divinidades se han confinado a las páginas de la mitología griega. -

Melodía De Los CometasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora