3. 𝕱𝖆𝖑𝖉𝖆

24 2 6
                                    

La misma noche en la que la Banda del Halcón combatía por su supervivencia en aquel bosque escondido entre las montañas, una fuerte tormenta se posó sobre Wyndham. El agua de la lluvia caía con fuerza y formó corrientes en las cuestas más empinadas de la ciudad, el rápido viento golpeaba las ventanas, sacudía las hojas de los árboles y mandaba a volar los ropajes de algún desafortunado que no los había destendido. Los truenos hacían retumbar las voluntades de los guardias y arrebataban el sueño a los pequeños. 

  Apoyada en el alféizar de la ventana de su habitación, que daba a los jardines de palacio, la princesa Charlotte, heredera del reino de Midland, miraba la rama del árbol que daba justo enfrente de la ventana. Recordando una noche, un año atrás, cuando Griffith apareció allí. El clima era similar, tormentoso, ventoso, gélido. Recordó verlo empapado, con los ojos perdidos, pero siempre manteniendo una postura elegante. Le permitió entrar a su habitación, donde lloró en su pecho, dejando salir toda la preocupación que había contenido durante la campaña de Doldrey, cuando Griffith había tenido que marcharse a las fronteras. Recordó como el de cabellos blancos la sostuvo de cerca mientras lloraba y que después de aquello...

  Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando su sirvienta más cercana, Ana, apareció por la puerta, cubierta por una túnica negra totalmente empapada.

  —¡Ana! —Charlotte se levantó y corrió hacia la mujer, quien ya se deshacía de la mojada prenda.

  —Su alteza —dijo la pelirroja, haciendo una reverencia. Gotas de agua cayeron al suelo de la habitación. Al parecer, incluso con la túnica cubriéndola había sido imposible no mojarse.

  —Dios mío. Estás empapada. Ven, vamos a cambiarte.

  La mujer mayor se resistió un poco, argumentando que en aquel momento no poseía ningún tipo de atuendo con ella además del que llevaba puesto. Aquello no detuvo a la princesa de negros rizos de hurgar en su armario y sacar varias prendas, entre ellas una larga falda de seda blanca, aquella que había vestido durante los numerosos bailes en honor a Griffith y la Banda del Halcón, cuando aún él no estaba encerrado y ellos no se habían convertido en fugitivos.

  A pesar de las quejas, Charlotte consiguió que Ana se pusiera los ropajes después de secarse con algunas toallas.

  —¿Cómo ha ido todo? —preguntó Charlotte.

  —Bien. Deberían llegar aquí en tres días, cuatro como mucho —dijo la pelirroja, secándose aún la cabellera—. El punto de reunión es la capilla donde está vuestra madre, alteza.

  —Bien... —La princesa sonaba muy aliviada ante las noticias. El peso del remordimiento se hizo más ligero con estas noticias.

  —Mi señora, ¿de verdad hacemos lo correcto?

  Charlotte se giró hacia la ventana. La misma ventana por la que el caballero de cabellos blancos entró a sus aposentos un año atrás. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Todo su cuerpo le decía que aquello estaba bien, que era lo que debía hacer.

  —Sí. Estamos ayudando a liberar al hombre al que entregué mi corazón. Y... puede que ellos puedan liberarme de mi padre...

  Aquello hizo nacer en Ana una gran curiosidad. Era bien sabido en palacio que algo había ocurrido entre el rey y su heredera, y el motivo era algo más que el encerramiento y tortura de Griffith. Empezó a hacer memoria. Después de la visita que el rey hizo a su hija tras la primera tortura de Griffith, no había dejado que nadie la viera desnuda, ni siquiera las sirvientas que la ayudaban a bañarse, ni siquiera ella. Siempre que mencionaba a su padre, Charlotte parecía encogerse y temblar, sus ojos reflejando miedo y asco. Podría ser que...

  —Su alteza... ¿vuestro padre os-? —Calló cuando vio que la princesa había comenzado a temblar. Decidió guardarse la duda para sí misma, aceptando que jamás sabría la verdad, y fue a reconfortar a su princesa.

  «Tiene sólo dieciocho años... si lo que pienso ocurrió, no me extraña que quiera huir de palacio» pensó Ana mientras abrazaba a Charlotte y la dirigía hacia la amplia cama, aún pensando en que si hacer de informadores para los espías de la Banda del Halcón en Wyndham era lo correcto. Era traición a la corona, al fin y al cabo. Sin embargo, cuando se ponía a pensar en que la idea que se había formado en su cabeza sobre lo ocurrido entre la princesa y su padre podría ser verdad, las ganas de liberar a Griffith para complacer a su señora se adueñaban de ella.

  Ana se quedó con Charlotte hasta que esta estuvo profundamente dormida. Muy a su pesar, pues sus ropajes aún no estaban secos, tuvo que abandonar los aposentos de la princesa con la falda y la parte superior puestas. Por suerte, la habitación donde ella dormía era contigua a la de la heredera.

  Antes de meterse entre las sábanas, se despojó de las ropas de la princesa y las dobló perfectamente para entregárselas la mañana siguiente a primera hora.

  Su última sensación antes de dormir fue que haría lo que fuera por ver feliz a aquella muchacha a la que servía. Era demasiado dulce para vivir en amargura.

  Y la amargura era una cosa que llevaba afianzada en palacio desde un año atrás.

⚜⚜⚜

¡Ey gente! Hago este pequeño aviso para comentar que por temas de tiempo, este capítulo ha sido más corto de lo que debería. Y aún con todo lo estoy publicando el día 4, y no el 3. ¡Lo siento!

Todo lo que no he podido incluir en el capítulo 3 (es decir, la continuación de la escaramuza en el bosque y la batalla entre Guts y el oriental) será traspasado al capítulo 5, el cual será bastante largo por este motivo.

Sin más que decir, ¡nos vemos!

La Heráldica de Alas y Espada {Berserk} [Fictober 2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora