36. Otros tiempos

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-Venga Leo, tío, despierta. - Le pidió la más alta mientras hundía con miedo su dedo en su mejilla. - Tú no lo sabes, pero tu comida no se paga sola y tenemos que ganarnos unos euros hoy para poder malcriarte un poco. - Suspiró apoyando sus codos en la barandilla de la cuna y se giró para mirar a Alba que se mordía la sonrisa todavía entre las sábanas.

-Nuestra hija no será tan perezosa como este, ¿no? - Comentó como si nada y Alba soltó una carcajada.

-Si la tienes tú, no lo creo. - Se encogió de hombros y se cubrió la cara con la sábana. - Se despertará a las siete de la mañana los fines de semana, como su madre. - Añadió divertida desde su escondite y la más alta se acercó hasta el bulto de la cama.

-Perdona, pero desde que vivimos juntas me levanto a las ocho y media. - Debatió muy seria y Alba le miró con una ceja levantada en cuanto salió de las sábanas. - Y no escucho tus quejas de los croissants recién hechos de los domingos, ¿tú los escuchas? - Le picó y la rubia agachó la cabeza, asumiendo que había perdido la batalla.

Después del primer domingo superado con éxito y con el salón lleno de juguetes, cayeron los tres en la cama como si hubieran corrido la maratón de sus vidas. Pero esa noche, poco les duró la tranquilidad por culpa de aquellas pesadillas que despertaban al más pequeño en mitad de la noche con el corazón en la boca y los ojos vidriosos.

Se habían pasado la noche comprobando que aquel ser humano respiraba, como unas madres primerizas en toda regla. Pero el despertador esa mañana no respetó que durmieran a turnos cuando sonó a la hora de siempre, al igual que tampoco lo hacía la impaciencia de Julia que llenaba el móvil de Natalia a mensajes y llamadas perdidas porque todo había estallado en la empresa desde primera hora. Y el día de la vuelta de la morena no iba a ser tan tranquilo como les habría gustado.

La vibración de una de las últimas llamadas de Julia llamó su atención logrando que se girara hacía el dispositivo con la pantalla encendida sobre la mesilla. Miró a la rubia con un gesto de disculpa y se apresuró a responder.

-Buenos días, Julia. Sé que te hace ilusión que vuelva a la empresa pero...

-No puedes venir. - Habló tajante sorprendiendo a la morena. - Según Víctor, el de seguridad, tienes todas las entradas al edificio pilladas por la prensa.

- ¿Qué hacen ahí? - Preguntó serena saliendo de la habitación. - Joder, se suponía que sería un día tranquilo. - Se quejó de camino a su despacho.

-Alguien filtró la noticia de que te desvincularás de esta empresa y...

- ¿Cómo pueden saberlo? - Se dejó caer como un peso muerto en la silla del escritorio. - Solo lo sabíamos nosotras y...

-Los de Calvin Klein, pero ellos no han sido. - Aclaró rápidamente la gaditana. - Tengo el correo lleno de sus mensajes pidiendo explicaciones.

-Quizás es un plan para que nos demos prisa y comenzar a trabajar con ellos cuanto antes, quizás no tienen tanta paciencia como me habían dicho... pero no creo que Miriam haya sido la que diera el chivatazo... - Pensó detenidamente. - No, ¿verdad?

-La tengo tirándose de los pelos a mi lado en tu despacho. - Dijo desviando la vista hacia la castaña que se escondía tras su pelo y apoyando los codos en sus rodillas.

- ¿Qué hacéis en mi despacho? - Frunció el ceño.

-Escondernos de toda la plantilla, la verdad. - Confesó con despreocupación. - Nos miran como si fuéramos el cerebro de un crimen o vete tú a saber. - Comenzó a divagar. - Pero nosotras somos fuertes, solo necesitamos unas tilas de las de Alba y como nuevas, ¿verdad, Miriam? - Llamó la atención de su compañera que se limitó a levantar el pulgar un instante. - Opina lo mismo, sin ninguna duda. - Añadió muy convencida.

Tarta de limón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora