Prólogo

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Manhattan, Nueva York.

— ¡Sav apresúrate! No quiero llegar tarde.

— ¿No quieres llegar tarde a la reunión de mañana o a la fiesta?

— Deja de hablar de trabajo por un momento, por favor.

— ¿Me lo dices a mi? —reí. — ¿A la persona que tiene miles de quehaceres y reuniones por doquier?

Rodó los ojos. Aquello me hizo reír aún más.

— El taxi ya está abajo, pesada. ¿Estás lista?

— Espera.

Corrí al baño principal de su departamento. Retoqué mi máscara de pestañas y mi brillo labial.

— ¡Vámonos!

Pasó un buen tiempo desde la última fiesta que tuve, en la cual solo tomé dos shots de vodka y no tuvo efecto alguno en mi. ¿Raro, verdad? Y solo a Brooke se le ocurrió llevarnos de fiesta a ambas un jueves por la noche.

Dentro de mí sentía emoción absoluta, aunque un poco de preocupación porque mañana tenía una reunión importante de negocios con un jefe europeo. Pero no iba a dejar que nada estropeara la diversión.

— ¿Nombres?

Habló un hombre alto quien nos miraba no tan amistosamente.

— Savannah Bloom y Brooke Hills.

El hombre abrió los ojos como platos y nos regaló una sonrisa.

— Bienvenidas, tengan una buena noche.

— Gracias. —dijimos al unisono.

La música sonaba a todo dar por los parlantes, podía reconocer Memories de David Guetta  y una chispa me recorrió de pies a cabeza al instante.

Nuestra primera parada fue la barra, mi amiga pidió unos cuantos shots para empezar.

Se acercaron unos tipos a nosotras, para bailar, pero no teníamos ganas. No les veía buena pinta y al menos Brooke se dio cuenta antes de que pudiera negarme a uno de ellos.

— ¡Ven! ¡Vamos a bailar! —gritó en mi oído.

Al parecer nos robamos varias miradas del público, especialmente miradas masculinas. Unas chicas nos miraron mal pero no nos importó para nada.

Vai vai com o bum bum tam tam
Mueve ese bum bum tam tam
Mueve ese bum bum tam tam tam

Empecé a hacer de las mías en la pista de baile. Si mis padres me vieran ahora... si... creo que mejor no debería imaginarme esa escena. Debo admitir que aprendí a twerkear gracias a Brooke, ella es la maestra, y se notaba desde lejos que sabía mover bien el culo.

"¡Savannah tienes un culo de puta madre, aprovechalo!"

Fueron las sabias palabras de mi mejor amiga.

Reí al recordar sus gritos cuando estaba enseñándome a mover mis montículos de carne.

Dimos unas cuantas vueltas entre nosotras y seguimos bailando hasta que volvimos a la barra, yo obviamente opté por agua.

Para ser primavera en Nueva York realmente moría de calor.

— ¡Voy al baño! ¡Espérame aquí!

— ¡¿Qué?! —la miré confusa. — ¡No! ¡Voy contigo!

Mi respuesta llegó tarde porque ella ya había desaparecido entre el público del local.

Bufé.

— ¿Te sirvo algo? Aparte del agua. —sugirió el barman.

No RegretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora