Capítulo 1: Perdido.

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--Rui--

— ¿Por qué lo haces? ¡Yo no quiero! Mamá, por favor. Ya soy mayor de edad  ¡puedo vivir solo! Sabes que yo no me voy de este lugar. Si tú y papá se quieren ir, allá ustedes—.  Yo no quería contestarle así mi madre, pero yo no voy a permitir que me controlen,  ya soy grande, puedo cuidarme yo solo. Además, aquí estaba todo, mi casa, mis amigos… mis recuerdos, no quería separarme de eso.

—Cariño, sabes que son asuntos de trabajo, tu padre tendrá más accesibilidad allá… sé que está aquí todo lo que quieres…y, Rui hijo, no quiero que te quedes solito, ¿Qué tal si no comes bien? O ¿si te quieren secuestrar? O…

—Mamá, no va a pasar. Soy mayor y puedo cuidarme solo.

— ¡No te creo!…tú eres…—. Se quedo pensando un momento en qué decirme mientras me analizaba de pies a cabeza. Sabía lo que estaba pensando.  Mi madre creía que mí apariencia era la de un niño indefenso. Yo no tenía la culpa de haber sido tan pequeño y tan “adorable”como ella decía, yo era de baja estatura, de 1.50, mi cabello y ojos son de un tono azul turquesa, un color muy inusual en los humanos, tenía mi cabello un poco largo, mechones más bien .

—Ya mamá, no importa lo que digas. No iré, así que es mejor que no suban mis cosas al camión de mudanza—. Conteste enseguida, a mi madre se le empezaron a cristalizar los ojos, se humedecieron, sabía que ya no podía hacer nada. Llevaba ya más de una semana convenciéndome de ir con ellos, cosa que desde un principio no quise, además de que amaba el lugar  donde vivía. Era seguro que yo no me cambiaria de casa, nunca lo había hecho, prácticamente desde que nací vivía en este lugar. Era hijo único, tenía apenas los dieciocho años cumplidos y, agradecía mentalmente eso, puesto que si fuera aún menor de edad mi madre me arrastraría a quién sabe dónde solo para cumplir su capricho de tener a su “bebe” cerca.

Cuando la vi, supuse que al parecer ya no iba a insistir más. Resignada tomo su bolso de mano y salió de la casa dándome un  beso en la mejilla y un abrazo, yo se lo devolví. Veía como su automóvil se alejaba de la casa, me habían dejado la casa a mi nombre y ellos se compraron otra, pero en la ciudad. Prefería estar en el aire libre, donde no haya tantos autos y casas continuas donde solo habitaban personas egoístas. Ni siquiera mi padre se había despedido de mí, sabía que de todos modos no lo haría, nunca me hablaba, a excepción si fuera algo importante. A veces me preguntaba si sentía al menos un poco de afecto hacia mí, a su hijo. Me parecía bastante a él, yo herede sus facciones, aunque no su altura, el media 1.80. El color del cabello lo saque de él, al igual que los ojos. De mi madre no saque nada más que la estatura, aunque aún así, ella me superaba con diez centímetros. Nunca estuve mucho tiempo conviviendo con mi padre, mi madre era la que se encargaba de mí, siempre preocupándose que no me pasara nada y no me sintiera solo, puesto que yo era alguien invisible para mis compañeros de clases, nunca me prestaban atención o, cuando lo hacían era para hacerme daño.

Sin pensar más, cerré la puerta de mi casa. Esta era muy grande, tenía cinco habitaciones, las cuales poseían su propio baño cada una. Su cocina, su sala y todas esas cosas. Tal vez me encontraba solo en casa, pero seguiría viviendo en el lugar que amaba, además de que estaba ya por terminar mis estudios y no soportaría que me cambiaran de colegio, sería un cambio muy drástico que no pensaba lidiar. Fui a mi habitación, esta se encontraba en el segundo piso junto a la biblioteca. Tenía pensado ir a caminar un rato, tal vez eso haga que me despeje un momento.  Mi habitación era grande, mi cama rebasaba el tamaño matrimonial, tenia buros en cada extremo de ella, tenía mi closet y, obviamente el baño. Del closet saque un atuendo deportivo, era un short corto que me llegaba a más arriba de la mitad de la pierna y una camiseta sin mangas. Me puse el calzado, baje y salí de la casa.

De diferentes mundos [Yaoi/gay] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora