Jorge Blanco, es hijo de un gran empresario, que ahora, está en bancarrota, aunque a pesar de los problemas económicos de ésta, la familia Blanco sigue junta, o bien, por un día.
Cecilia y George Blanco, siempre se habían preocupado por el bienestar de sus hijos, aunque en algunas ocaciones confundan las cosas, como preocupación con bienestar, por eso, luego de charlas con un psicólogo y los abogados de la familia, decidieron dejarlos vivir en Argentina mientras ellos arreglaban sus problemas económicos.
— ¡Daniel! — gritó el joven de ojos verdes despertando alterado, gracias a la idea de su hermanito de mojarlo — ¿Qué te pasa?
— Me pasa que la mudanza no tarda en llegar, papá y mamá salieron, tengo hambre y tú, hermano mío, sigues durmiendo.
— ¿No pudiste decir: “Levantate hermanito”? — preguntó Jorge con ironía.
— No es mi estilo — respondió Daniel sonriendo —. Ah, por cierto, mis padres salieron y quieren que me hagas de desayunar, porque así demuestras tu responsabilidad.
— Lo que sea —dijo el castaño —. Ahora salte que me voy a cambiar.
Jorge sacó de una de sus maletas una muda de ropa limpia para poder irse; Jorge no le daba tanta importancia a el dinero, y tampoco sabía la gravedad de la situación de sus padres, había accedido ir a Argentina a vivir con su hermano porque sabía que sus padres no estaban bien.
Cuando el muchacho terminó de cambiarse, se dijo a si mismo que debía cambiar, ahora prácticamente iba a ser el padre de su hermano, cuidar al pequeño Daniel de 12 años; Jorge se dedicó a hacer el desayuno mientras esperaba a que su hermano bajara para comer juntos.
— ¿Vas a extrañar éste lugar? — Jorge tomó un trago de jugo de naranja comprado mientras miraba a su hermano.
— Algo —respondió su hermano —. Más que el lugar, sería a mis papás.
— Yo también — dijo Jorge pensando en las palabras de su padre.
«No sé qué pase después de esto, Jorge, necesito tu apoyo.»
Jorge estaba dispuesto a ayudar a sus padres con respecto a su hermano, tampoco es que Daniel fuese muy grande, como mencioné antes, el chico sólo tenía doce años.
— ¡Jorge! ¡Daniel! ¡Hemos llegado! — gritó Cecilia dejando su bolso en el sillón de su casa.
— Hola y adiós — dijo Jorge con ironía —. La mudanza está terminando de cargar las cosas.
— Lo siento Yoyi — dijo Cecilia —. Pero sabes el problema.
— Los voy a extrañar — Daniel se abalanzó sobre su padre.
— Nosotros también, campeón.
— Jorge — habló su padre —. Promete que vas a cuidar de tu hermano.
— Lo prometo — dijo el muchacho con tono aburrido pero con sinceridad.
— La mudanza está lista — habló el señor.
— Jorge...
— ¡Ya te dije que lo prometo! — exclamó Jorge desesperado —. Adiós.
*
La casa en Argentina era un poco más grande que la que tenía la familia Blanco en México, de hecho, la compraron con la cuenta bancaria que tenían en secreto.