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¿Qué me está pasando? Mis manos se aferraron a Serena como si hubieran sido pegadas con una sustancia pegajosa

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¿Qué me está pasando? Mis manos se aferraron a Serena como si hubieran sido pegadas con una sustancia pegajosa.

Los gritos de Matteo se intensificaron hasta que perdí la noción de la realidad.

Mi mente se sumergió en un mundo oscuro, dominado por un suave canto de una mujer peinando el cabello castaño de una niña.

—Mami, ¿algún día seré como tú? —la niña preguntó con una mirada llena de dulzura.

—Claro que sí, mi vida. Serás fuerte, Sammy. —Sammy, ¿ese era mi nombre?

Enfocándome más en la mujer, me di cuenta de que era mi madre. Un shock de emociones me invadió. Corrí hacia ella, deseando abrazarla una vez más, pero antes de que pudiera tocarla, caí al suelo.

Las lágrimas amenazaron con escapar mientras luchaba con la dolorosa realidad de que no podía abrazarla de nuevo ni decirle cuánto la extrañaba y amaba.

Mi cuerpo y mi mente se alejaron de ese mundo de eterna oscuridad . Sentí un olor a alcohol por inercia abro los ojos y me encuentro a Matteo acariciándome la mejilla.

La imagen en mi mente se desvaneció, dejando eco de la voz de mi madre que resonaba en el aire.

—Samantha, huye. Hazlo por nosotros. Es un peligro que...

De repente, mi conciencia regresó al presente. El aroma a alcohol llenó mis sentidos mientras abría los ojos, encontrándome con la figura de Matteo acariciando suavemente mi mejilla.

—Preciosa, por fin despiertas. Me asustaste.

Me incorporé lentamente para evitar marearme. —¿Qué sucedió exactamente?

Matteo exhaló antes de responder. —Cuando pusiste tus manos en sus hombros, tus ojos y los de ella se volvieron blancos. Nunca apartaste la mirada de los suyos.

Sus palabras resonaron en mi mente, confirmando que lo que había experimentado podía volverse realidad.

—Voy a bajar a ver a Serena —anuncié mientras me alejaba de la cama. Matteo me ayudó a ponerme de pie, sujetándome con cuidado de la cintura.

—¿Qué pasó, Samantha?

—Te contaré más tarde —prometí antes de encaminarme hacia donde Serena se encontraba.

...

—Tú también lo viste. —Serena afirma con una expresión enloquecida. —Díselo, no me creen.

Al parecer, Serena le contó a Alejandro y luego él se lo comentó a Matteo, y ahora soy yo quien tiene que confirmar si es verdad o mentira.

—Serena tiene razón. Yo vi la misma visión que ella. Era como una especie de... —comienzo a gesticular con las manos para expresar lo que sentí. —Aviso. No sé exactamente, pero creo que sé quién vendrá conmigo a Francia.

—¡oh no! querida. Tú no vas con ese bicho.—Señala despectivamente Matteo a Serena.

—Matteo ,ven ,vamos a hablar .


Ya fuera de la casa, lo observo detenidamente.

—Matteo, yo te quiero, pero debes entender que mi vida está en peligro. Si algo te sucediera, mataría a quienes sea con mis propias manos. —Acaricio su mejilla con suavidad. —No quiero perderte a ti también.

Me acerco y sus labios me reciben sin resistencia, permitiendo que nuestros besos se mezclen. Nuestra respiración se vuelve más pesada mientras nos separamos.

—Amor, no quiero perderte. Puede que Serena venga, pero quiero estar ahí para ayudarte.

—Matteo, me ayudas más aquí en la manada con Dean.

—¿Por qué es tan difícil que entiendas que necesito estar a tu lado?

Se aleja dejándome solo con su silueta de espaldas.

—Me iré hoy.

Entro en la casa, dejándolo afuera. Voy donde está Serena.

—Bueno, querida, vamos al grano. ¿Quiénes están detrás de esta estúpida revolución?

—¿En serio? ¿Quieres que te hable de eso después de lo que acaba de pasar?

—Si no me cuentas, no sales de aquí, y me importa un comino si te matan o no.

Serena abre los ojos sorprendida. —Somos tres personas en el mando.

—Habla claro.

—En realidad, yo no soy nadie en esta revolución. Técnicamente serían dos personas. Rick Warren de la Manada Luna Nueva y Eleanor, una antigua bruja que absorbe la juventud de chicas de dieciséis años.

—Tú quisiste esto, Serena. ¿Por qué debería creerte?

—Me manipularon, tenían a mi padre como rehén hasta que vieron que cumplí y lo soltaron.

—Está diciendo la verdad. —La voz de Owen aparece, haciéndome saltar.

—¡Maldición, me asustaste!

—Acostúmbrate, cariño. —Se coloca a mi lado.

—¿En serio, un vampiro? —Serena me mira.

La desato y le quito el brazalete.

—Así es como va a ser. Puedes irte o quedarte y venir a Francia.

—Me apunto. —Exclama la "ex-amarrada".

— Te espero en Moonhunters, cerca de las cinco de la tarde.

No espera a que termine de hablar para irse.

—¿Estás segura de esto? —Owen se acerca a mí.

—No lo sé. —Suspiro pesadamente. —La verdad es que tengo un poco de miedo.

—Tranquila, eres la mujer maravilla para este tipo de cosas.

...

Era el momento de partir a Francia. No me despedí de Matteo en persona, solo le envié un mensaje para que supiera que me había ido. También le dejé los detalles del hotel para que se tranquilizara un poco.

—¿Estás lista? —Pregunta Serena, entrando en mi habitación.

—Más que lista.

WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora