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"Cariño... Yo sólo estoy protegiéndote"

 Mi pie rebotaba contra el suelo una y otra vez. Todos estábamos sentados en la sala de espera. Varias horas habían pasado desde que había visto por última vez a Clint. Me habían dado ropa para que me lavara y cambiara, pero no quería moverme del lugar. Un doctor podría entrar en cualquier momento con noticias sobre el estado de Clint.

 Observé nuevamente los rostros de todos. Se encontraban serios, pero sabía que debían de estar pasando por diferentes emociones. Yo era la única incapaz de disfrazarlo.

 Natasha se encontraba a mi lado con la mirada perdida. Tenía mi mano firmemente agarrada mientras me acariciaba la espalda. Ella era su mejor amiga y de todas formas intentaba mantenerse fuerte por mí. 

 Aún no caía en la cuenta de lo que había sucedido. Hacía tan sólo unos momentos, estábamos contando anécdotas y riéndonos de ellas. Ahora, estaba cubierta con sangre seca que no me pertenecía. De alguna u otra forma, había regresado al principio... A la Habitación Roja.

 Puse mis manos enfrente de mí y las observé. Estaba temblando y no había forma de parar. Nunca creí que diría esto pero...

 Tenía la sangre de Clint en mis manos.

 Natasha observó como me estaba torturando y sostuvo mis manos entre las suyas. Me sonrió de forma triste, pero yo ni siquiera eso podía regalarle.

 La puerta se abrió y divisé a un doctor entrando en la sala. Cuando se aproximó a nosotros, me paré de inmediato, lista para recibir cualquier tipo de noticia. 

 Todos nos colocamos frente a él y miró a cada uno de nosotros.

-Sé que ustedes son su familia, pero... ¿En dónde está su otra familia? -preguntó.

 Sabíamos a lo que se refería. Intercambiamos miradas, esperando a que uno dijera que los había contactado. Pero ninguno pronunció palabra.

-Los llamaré -habló Natasha-. Pero antes... ¿Puede decirnos su estado? 

 Lo observé con atención. El doctor suspiró antes de hablar. No me parecía un buen comienzo.

-Logramos estabilizarlo. Por el momento, se encuentra fuera de peligro. 

-¿Pero? -pregunté, al notar su repentino silencio.

-Pero él aún no despierta. Y para ser sincero, no sé si lo hará.

 Sentía la mirada de todos sobre mí. Estaban esperando mi reacción a aquello. Pero, en cambio, me mantuve con la cabeza en alto y no expresé emoción alguna.

-¿Podemos verlo? -pregunté.

-Los demás sí -me miró-. Pero yo le recomendaría que se cambie antes de hacerlo.

 Asentí con la cabeza y me di media vuelta, sin dirigirle una palabra a nadie. Agarré la ropa que el hospital me había dado y la sostuve firmemente contra mi pecho. Me dirigí al baño sin siquiera darles una mirada.

 Me quité la ropa con furia. Pasaban por mi mente todas las conversaciones que había tenido con Clint. Me quité los pantalones y los lancé con fuerza. Estaba enojada conmigo misma por no haberlo encontrado antes. Le acababa de fallar a Clint.

 Si hubiera llegado apenas unos minutos antes, probablemente hubiera podido detener el ataque.

 Cuando quedé en ropa interior, me observé en el espejo. Había varias manchas de sangre sobre mi cuerpo. Desvié la mirada y mojé un poco mi camisa para luego pasármela por las manchas de sangre.

Fueron reales/Clint BartonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora