Volvamos al principio.
Son las cinco de la mañana, y como todos los 12 de diciembre desde hace 7 años, me despierto casi sin aliento y con ese sudor frío recorriendo todo mi cuerpo. Se ha convertido en una especie de rutina, y debería estar acostumbrada, pero todo parece tan real, que resulta imposible acostumbrarse.
Intenté volver a dormir, pero cada vez que cerraba los ojos veía el rostro desfigurado de aquel hombre, veía el puñal atravesando el pecho de mi padre, y las llamas consumiendo cada uno de los muebles de madera. Esas llamas...
Después de ver la reacción de aquellos policías no pude evitar callar la parte más extraña y absurda de la noche: el fuego.
Cuando estaba escondida tras el escritorio, pude ver cómo el asesino creaba llamas de la nada. Con un delicado pero firme gesto de muñeca, lanzó una pequeña esfera de fuego que aterrizó en uno de los muchos libros que había desperdigados por el suelo. Y después de esa primera, creó más, y más, y más.... Hasta inundar la habitación de una desagradable luz anaranjada.
El humo estaba invadiendo todos los rincones de la casa, y yo solo podía retener la tos que rasgaba mi garganta.
Cuando por fin escuché sus pasos a lo lejos, salí de mi escondite en busca de una salida. Pero la puerta estaba cerrada y el fuego se hacía cada vez más grande, lo que imposibilitaba el tránsito de habitación a habitación.
La única opción que me quedaba era saltar por la ventana que ya estaba abierta, así que me subí al bordillo. Las piernas me temblaban y apenas tenía fuerza en los brazos... Notaba el humo cada vez más adentro de mis pulmones.
Mi cabeza se había convertido en un Carrusel, y antes de poder reaccionar, mi cuerpo había caído al vacío.
Vivía muy apartada de la ciudad, por lo que nadie se había percatado de lo sucedido, y gracias al mes y al tiempo, el fuego no se había propagado lo suficiente como para quemar el resto del bosque.
Desde aquel día, mi cerebro actúa como una alarma, y no puedo evitar despertarme todos los despreciables 12 de diciembre a la misma hora.
Como no logré conciliar el sueño de nuevo, me levanté y me dí una ducha. Soy muy silenciosa, por lo que nunca despierto a nadie cuando voy al baño.
Me miré al espejo mientras me desnudaba lentamente. Siempre he sido de complexión delgada, y nunca me había acomplejado por ello, pero a medida que fui creciendo, no pude evitar compararme con el resto de chicas de mi alrededor, y eso me generó algunos complejos. Mis dedos son largos y delgados, al igual que mis piernas, y mi pecho no es precisamente voluminoso.
Desaté el nudo del pantalón del pijama. Tenía muchos moretones. La verdad es que me salen con mucha facilidad, pero nunca me doy cuenta de ellos. Casi todos mis pantalones son largos para no mostrar esas manchas moradas de las rodillas que tanto me recuerdan mis compañeras de danza.
Cuando terminé de desnudarme, deshice el nido de pájaros que tengo por moño y abrí el grifo de agua fría.
Me metí en la ducha y dejé que el agua se deslizase por mi cuerpo antes de caer en la losa blanca de la ducha.
Adoro el agua fría, me despeja por completo y alivia el estrés acumulado por las pesadillas.
Cuando salí de la ducha ya eran las seis y media de la mañana. Me cubrí el pelo con una toalla e hice lo mismo con el cuerpo. Antes de llegar a mi habitación dejé el pijama en el cesto de la ropa sucia y cogí mis zapatillas blancas del zapatero del pasillo.
Me vestí con una camisa blanca holgada y unos pantalones vaqueros, y al terminar volví al baño para secarme el pelo.
Como siempre, perdí cinco minutos buscando el peine porque Maite lo cambia de sitio cada vez que lo usa. Y cuando por fin lo encontré, empecé a desenredarme el pelo. Por suerte casi nunca se me forman nudos, y eso en una persona con el pelo tan largo como el mío se agradece.
ESTÁS LEYENDO
Géminis
Fantezie7 años después del asesinato de sus padres, Adhara descubre un mundo completamente nuevo, su origen y su destino. Junto a Deneb, Vega, Baham y Hércules, se embarcará en una aventura llena de acción, secretos, amor y mucho más con el objetivo de derr...