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Abrió lentamente sus ojos para encontrarse en una habitación completamente blanca, iluminada por incandescentes luces rojas, su cuerpo envuelto en ese extravagante traje blanco y encadenado sobre una cama innecesariamente grande.

Esa era una forma de despertar endemoniadamente familiar, suspiró y cerro sus ojos de nuevo al saber perfectamente donde se encontraba.

-Suéltame de una vez.- habló de forma fuerte pero calmada para que el pelinegro junto a él lo escuchara correctamente.

-porque debería?- odiaba la forma tan vulgar en la que se movían sus labios para formar una estúpida y sexy sonrisa.

Volvió a suspirar mientras aún con los ojos cerrados intentaba sacarse una de las cadenas que aprisionaban sus muñecas.

-si no me quitas estas cosas juro por Dios que te mataré!!- intentó escucharse lo más amenazador posible, desgraciadamente lo único que logró fue hacer que el más alto se burlara- MALDICIÓN SUELTAME DE UNA VEZ HYUNJIN!!

-no.- la corta y negativa respuesta del menor lo irritó a tal punto de intentar romper las cadenas, a pesar de saber que se dañaria en el intento- no importa cuánto te niegues- hablo bajo mientras se acercaba- cuánto te resistas- más cerca- o cuanto luches- sus respiraciones empezaron a mezclarse- puedes gritar, suplicar e incluso rezar- sus labios empezaron a rozarse- pero no te dejare... no puedo dejarte.

-debes parar...- un pequeño susurro fue lo que salió de sus labios antes de juntarlos en un beso demasiado necesitado- debemos parar- se separó mientras las palabras salían con dificultad de sus labios y suspiraba para recuperar el aire faltante.

-no debemos... ya no lo soporto me estoy volviendo loco solo déjame poseerte... Por favor- lo último fue susurrado en un tono tan bajo, como si no quisiera que nadie más que el mayor lo escuchase, como si fuera el secreto mejor guardado entre ellos.

Escucharlo tan necesitado y suplicante fue todo lo que necesito para entregarse completamente al hombre que se encontraba frente a él...

Hombre que de hecho estaba apunto de devorarlo entero.

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El sonido de los besos y jadeos era lo único que se escuchaba en la gran habitación, dos cuerpos moviéndose al compás de una melodía que solo ellos podían percibir.

La tenue iluminación de las luces rojas era lo que les permitía verse el uno al otro, haciéndolos recordar el momento en el que se conocieron, la primera vez que estuvieron juntos y la última vez que se encontraron. Como un dejá vu, las mismas sensaciones, las mismas reacciones, pero sobretodo el mismo deseo.

Red lights/HyunChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora