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—¡Pues vete a la mierda! —exclamó el rubio apretando el puente de su nariz.

—¡Vete tú a la mierda! —escupiste, tan enojada que la cabeza te daba vueltas.

Con rapidez, tomaste una mochila y metiste sin delicadeza algunas cosas del armario, tu cartera, teléfono, llaves de casa ¿llaves de casa? ¿para qué? Ya no tenías casa. Caminaste a trompicones por el departamento que compartías con Nanami, él estaba maldiciendo entre dientes y se frotaba la sienes tratando de calmarse.

—¿A dónde crees que vas? —te preguntó cuando abriste la puerta, con la mochila sobre tu hombro.

—No pienso quedarme más aquí si "mi novio" —hiciste comillas en el aire—. Se niega a entender mis completamente razonables motivos para no regresar a ser hechiceros.

—T/n, por favor...

—Por favor nada, esto es todo, ya basta —negaste con la cabeza—. Mañana vengo por el resto de mis cosas.

Cerraste la puerta tras de ti y vuelves tus pasos hacia el elevador conteniendo las lágrimas que picaban por salir.

Por favor ven a detenerme, pensaste, no dejes que me vaya.

El elevador abrió sus puertas, mitad decepcionada y mitad dolida, entraste para poder salir del edificio lo más rápido posible.

Nanami y tú eran novios desde que se graduaron en el Colegio de Hechicería de Tokio, ya hacía varios años. Habían desempeñado los labores como chamanes por un tiempo, pero Nanami tenía otra visión del mundo y se volvió oficinista, declinaste la oferta que hizo sobre retirarse los dos a lo que él aceptó gustoso: sabía que eras fuerte y que todo estaría bien, confiaba en ti plenamente.
Como ya no tenías a Nanami, buscaste de compañera de exorcismos a tu ex compañera y amiga del colegio: Yachi. Eran como hermanas, se querían como tal, combinaban a la perfección para ser invencibles.

O eso creían ustedes.

Así hubieran pasado años, ese día se había grabado a piedra en tu memoria: una maldición de grado especial, Yachi y tú, su noble idea de salvar a todas las personas posibles, ella distraída ayudando a una embarazada, más maldiciones, sus gritos, tus gritos, sangre, y finalmente: tu amiga muerta. Fue un golpe tan doloroso que te hizo abandonar la hechicería, podías vivir con el dolor de perder a la chica que amabas como la hermana que nunca tuviste, ¿pero pensar que podrías tú causarle ese dolor a Nanami? No, no podrías.
Acunaste sus ideales y comenzaste a trabajar con él, rentaban un departamento juntos y estaban ahorrando para irse lejos y disfrutar la vida, ¿de dónde salía ahora su absurda idea de volver a ser chamán? ¿es que se había golpeado la cabeza? El solo imaginarte que Nanami podría sufrir lo que Yachi te revolvía el estómago.

Ni de chiste.

Todo eso se había volcado en una gran pelea, Kento entendía que estuvieras asustada pero ¿acaso él no confió ciegamente en ti y tus habilidades cuando no quisiste retirarte? Era un poco injusto para él no recibir el mismo trato.

Negaste con la cabeza, por más injusto que fuera, por más que parecieras una bruja, no ibas a cambiar de idea. El miedo a que muriera era más grande.

Aún en la acera, marcaste el número de Shoko para pedirle posada algunos días en lo que conseguías otro lugar para vivir.

—¡Hola t/n! —saludó cuando respondió la llamada.

—Hola Shoko —murmuraste—. Oye, sé que es algo precipitado pero ¿puedo quedarme unos días contigo?

—Ay no, ¿qué pasó?

—No quiero hablar de eso por ahora.

—Bien, bien, claro que puedes quedarte aquí, ni siquiera deberías preguntar.

jealousy ||Nanami KentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora