Capítulo IV

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Sabía que tan pronto notaran mi ausencia irían por mí, por lo que debía apresurarme y llegar cuanto antes para encontrar dónde esconderme. Mi padre sabría muy bien hacia donde me dirigiría, de modo que no podía permitir que me encontrara sin antes haber completado mi misión. Tenía que llegar allí y encontrar la forma de despistarlo, era momento de poner en práctica todo lo que él mismo me había enseñado para la cacería. Siempre me enseñó a pensar como la presa, pero en ese momento debía pensar de ese modo, pero también como el cazador.

Estaba consciente de que mi desaparición le causaría angustia a toda mi familia, pero al final todo estaría bien, sólo era cuestión de buscar hasta encontrar algún rastro. No iba a poder estar tranquilo, sino hasta recorrer cada centímetro de aquel extenso lugar.

Llegué al "montecito" (como le llamaba mi padre), saqué la linterna y luego de navegar entre la oscuridad y la crecida yerba que cubría el lugar, encontré el lugar perfecto. Era un lugar que estaba entre unos matorrales, al cual sólo se podía acceder a través de un riachuelo. Recordé cómo las Gallinas de Guinea solían esconderse a las orillas de los ríos, entre la yerba y la maleza, de modo que de no haber sido por Amarilla que las rastreaba y las hacía salir despavoridas, les hubiésemos pasado por el lado incontables veces y nunca las hubiésemos visto. Hacer algo similar era lo más inteligente y ya había encontrado el lugar adecuado. Sabía que mi padre no se rendiría tan fácilmente y que trataría de explorar cada rincón de aquel lugar hasta encontrarme, por esto debía dejar rastros de que había estado allí, pero hacer que creyera que ya no lo estaba.

No tenía caso ponerme a buscar a esas horas porque estaba muy oscuro. Por lo tanto, me limité a sólo dejar escapar algunos gritos llamando a Amarilla, con la esperanza de verla venir a mí, pero no pasó nada. Mi voz se perdió entre los árboles y se confundió con el cantar de la naturaleza, el cual se escuchaba en todo su esplendor, en aquel lugar tan desolado.

Me quité la ropa y junto con la mochila que traía puesta, la coloqué estratégicamente entre los arbustos del escondite, de modo que pudiera alcanzarla desde adentro. Luego procedí a bajar al riachuelo. Pensé que el agua estaría fría, pero para mi sorpresa, esta tenía una temperatura agradable. Bajé con mucho cuidado procurando no dejar ninguna huella que pudiera servirle de pista a mi padre, y una vez dentro, me sumergí y nadé hasta tocar la orilla por donde debía salir. Las aguas eran poco profundas y la corriente apenas se podía sentir, por lo que realizar dicha maniobra no requirió de ningún esfuerzo. Al entrar en el escondite, me acomodé como pude y halé mis cosas por el estrecho espacio que se abría entre los arbustos. Luego traté de vestirme, pero el espacio era muy reducido y no podía moverme con libertad, por lo que no tuve más remedio que ponerme la ropa encima para cubrirme del frio y utilizar mi mochila como almohada.

Me pasé el resto de la noche dormitando y esperé pacientemente hasta que amaneciera. Debía asegurarme de que nadie pudiera verme, y tan pronto salieron los primeros rayos del sol, tapé desde dentro los pequeños orificios que alcanzaba a ver. Una vez listo el escondite, salí y me alejé lo más que pude para dejar caer a propósito una pulserita de goma que siempre llevaba conmigo, todo con el fin de despistar a mi padre.

Como era de esperarse, para eso de las ocho de la mañana escuché el motor de mi padre acercarse hasta el lugar en donde solíamos dejarlo estacionado. Me apresuré a esconderme tan rápido como pude para que no viera la agitación del agua cuando se acercara, pero antes de lo esperado, escuché cómo se apagaba el motor, y tan pronto lo hizo, empezó a gritar mi nombre. Al principio lo hacía con tono de enojo, pero en vista de que no recibía ninguna respuesta, su voz fue tomando un tono de preocupación. Por otra parte, pude escuchar que no andaba solo, una segunda voz también gritaba mi nombre. Era la voz de mi abuela, quien lo había acompañado y a quien también se le escuchaba muy preocupada. Supongo que insistió en que también debía ir a buscarme, quizás quería protegerme para que mi padre no me pegara al encontrarme, quizás fue por la angustia que sentía al saber que yo andaba solo por ahí, o quizás un poco de ambas. Su voz se escuchaba quebrantada mientras me llamaba, gritando tan fuerte como le era posible. Moría de ganas por correr a ellos, no quería que mi abuela sufriera por mí, pero de sólo pensar que eso significaría el final de mi búsqueda, se me hacía un nudo en el estómago. Sabía que los estaba haciendo pasar por un muy mal rato, y que me habían educado para siempre escucharlos y hacerles caso, pero ellos no entendían lo que yo estaba sintiendo con la desaparición de mi mejor amiga.

Llegué al riachuelo y por la prisa di un resbalón que quedó marcado en la orilla, por suerte pude agarrarme a tiempo de algunas ramas y no caí al agua con violencia. Bajé con cuidado y en unos pocos segundos, ya estaba de vuelta en mi escondite.

—¡Henry! —gritaban.

Me puse a llorar porque sabía muy bien que lo que estaba haciendo estaba mal, que era un acto de rebeldía y de desobediencia, pero debía ser fuerte. Estaba dispuesto a ser castigado y a afrontar las consecuencias de mis actos, pero con Amarilla a mi lado, si podía recuperarla, no me importaba el castigo al cual pudiera ser sometido.

Los escuché durante un largo rato mientras rondaban por los alrededores, hasta que sentí los pasos de mi padre mientras se acercaba. Se dirigía directo hacia mí, y de inmediato pensé en que vería la marca del resbalón al lado del riachuelo, y que enseguida sabría dónde estaba. Cerré los ojos y suspiré con una profunda tristeza, y me puse a pensar que mi búsqueda había llegado a su fin, sin tan siquiera haber comenzado. Ya sólo era cuestión de unos segundos para que me encontraran, para ser regañado y castigado, y olvidarme de la idea de encontrar a Amarilla. Abrí los ojos, y con ellos llenos de lágrimas me dije a mí mismo: "ya todo está perdido".

¿Dónde está Amarilla?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora