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Se dice que las artes solo son para aquellos humanos locos. Los que viven en una continúa fantasía que poco a poco los consume en una espiral de la cual no pueden salir al atragantarse en ella. Todos ahí , en el lugar donde él pintaba, eran soñadores. Algunos ansiaban plasmar esas fantasías felices, otros su dolor, y unos cuantos solo querían pintar cosas grotescas.

Pinceladas, colores, vasos llenos de agua y uno que otro aceite diluyente. Sus pálidos labios chupando, aunque indebido, la punta de ese palo con cerdas que permitían tomar el rojo y mezclarlo en las lágrimas del hombre que en su lienzo poco a poco cobraba vida y contaba su historia a través del óleo que manchaba ya sus blancas manos. Sus cansados ojos azules se cerraron mientras aspiraba y se estiraba, permaneció en la oscuridad hasta que sus largas pestañas volvieron a observar su creación por fin terminada. Si no fuera porque sabía que lo arruinaría, hubiese pasado su pulpejo por la pálida y cansada cara de ese hombre que extrañaba.

—¡Woah! Te has superado en cuanto a técnica, Killua.— Escuchó la emocionada voz de una mujer. Sus tacones lentamente se acercaban hasta quedar justo detrás de él. —Dime, sueles dibujarlo mucho, ¿Quién es?—

—¿Cuándo te haces viejo te vuelves chismoso?— Un golpe en su cabeza lo hizo caer del banco donde yacía.

—Respeta a tú maestra, mocoso talentoso.— Puso una mano en su cintura mientras seguía sin apartar la mirada del lienzo. —Los artistas nos hacemos de vivencias, me pregunto, qué tan importante tuvo que ser él para que, hasta ahora, la mitad de tu obra sea su rostro.— El chico por fin se levantó para ponerse a un lado de su maestra sin decir ninguna palabra. —Sería bueno saberlo, tienes razón, soy bastante... Curiosa.—

—Solo es alguien sin importancia. No deberías preocuparte por eso.— Comenzó a alzar sus materiales en el baúl que quedaría en ese salón de uso personal. La rubia mujer meneó su cabello en negación, pero comprendió que era mejor dejarlo ir, no podía obligarlo a hablar.

—Tal vez sea cierto, pero, tal como siempre te digo, sigue siendo muy nostálgico.— Comenzó a ayudarlo a cerrar las pinturas. —Colores grises y azules, al principio pensé en un gran narcisismo, ahora me pregunto si te has estancado a tu corta edad.—

—¿Mi estilo resulta algo malo para ti, anciana?— Secó los pinceles con delicadeza en el blanco trapo, que de blanco solo tenía el pasado.

—Eres muy cerrado, Killua, ¿temes probar cosas nuevas?, ¿romper un poco tus propias reglas?— El albino la miró.

—¿Eso qué importancia tiene?— Una mancha de amarillo fue sobrepuesta en su nariz. —¡Oye, maldita anciana!—

—Me pregunto qué clase de joyas se pierden cuando el diamante no se puede pulir, en tu caso, tú eres ese diamante. Dime, ¿Qué podrías hacer con otra paleta de colores? ¡con acuarelas en vez de óleo! ¡O unos hermosos pasteles!— Limpiaba su dedo con un trapo para después volver a ponerse su largo y blanco guante. —Pero tal vez no sea el material, a lo mejor es el rostro.—

—Este hombre no es al único que he pintado, Biscuit, mi hermana tiene su retrato, incluso mi amiga me ayudó en una de tus raras tareas, y ni hablar de mis amigos. Ikalgo me dio una patada en el trasero por nunca haberle hecho un dibujo.— Ella se rió.

—Recuerdo esa hermosa caricatura, fue genial como exageraste sus cejas. Lo único gracioso que te he visto dibujar.—

—Porque así son sus cejas, no estaba siendo "cómico".— La maestra colocó su dedo doblado sobre su boca mientras decidía si lo dicho por el joven era mentira. Killua puso los ojos en blanco cuando ella lo regañó, se quitó el gran overol que resguardaba sus ropas dando por terminada su estancia en el lugar. —Lo que te molesta creo que se le llama estilo, al final te molesta mi estilo, Biscuit.— La mujer negó.

—Los estilos cambian y mejoran. Y con lo otro que mencionaste, son rostros que te calman... Tranquilidad, deberías probar con alguno que se salga de esas emociones, ahí está la solución.— Puso sus manos detrás de su espalda, el estudiante sabía que había hecho algo.

—¿Solución a qué?—

—A que no repruebes mi maldita materia.— Palmeó su espalda mientras unas risillas escapaban de sus labios pintados de rosa al ver la cara de odio que el menor le daba. —Forzaré al artista que tienes dentro hasta que salga, te lo advertí el parcial pasado, ahora debes tomar la responsabilidad.—

—¡Eres una maldita bruja!— Recibió una cachetada de la bajita mujer.

—¡Eres una joya, una que me encargaré de pulir a marchas forzadas!— Puso una gran sonrisa mientras caminaba hacia la salida. —Tienes a una de las mejores profesoras de la universidad, Killua, era obvio lo que iba a hacer por ti.— Puso ambas manos en la puerta. —Te voy a explotar.— Le lanzó un beso en forma de burla. —A menos de que me digas quién es el hombre de lentes en la pintura...—

—Te voy a demostrar que tus amenazas no son nada para mí, anciana.— La rubia sonrió satisfecha y salió del lugar. —Supongo que lo mío no era terminar la universidad.— Rascó su nuca. "Hoy debe tocar clase con el señor Wing." Fue a buscar su celular para ver la hora, mensajes anunciando la cancelación de las dos horas de escultura hicieron que sus labios se curvaran, más otro de un contacto importante lo hizo preocupar.


Canary: ¡Killua! Necesito tu ayuda inmediatamente, me metí en algo qué no sé manejar. Al decir metí es metimos, ¡solo ven al lugar de siempre!


No necesitó más explicaciones, se echó a correr en busca de su amiga.

Es hora de salir de tu zona de confort, Killua.




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Pintura [Killugon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora