1.
El gas pimienta me atosiga; apenas si puedo abrir los ojos. No puedo soltar el micrófono mientras me alejo de los estallidos; mi responsabilidad se encuentra con el artefacto y el medio de comunicación que me dispensó su cuidado. El camarógrafo corre detrás de mí, intentando no tropezar. El barullo se extiende por muchas cuadras. Los policías antidisturbios, con sus armaduras oscuras, escudos y armas de disuasión, forman un frente, luciendo impávidos, audaces, muy hostiles. Algunos sujetos con pañoletas o camisetas atadas en su rostro lanzan piedras, troncos, fragmentos de adobes, monedas y todo lo que encuentran a su paso. Otros, con tendencia pirómana, arrojan botellas molotov y papas bomba, resguardados por quienes cargan escudos improvisados hechos de láminas metálicas. Unos más exigen que la violencia cese, levantando las manos extendidas o panfletos, carteles y trozos de cartulinas con mensajes de protesta, al tiempo que cantan arengas desfasadas, que se debilitan y se disipan con cada estallido. Una verdadera batalla campal se desarrolla desde variados frentes.
Estamos refugiados a las afueras de una estación del Metro. El camarógrafo intenta retomar un poco de aire, pero el gas aún se respira patente, afectando las fosas nasales, la garganta y los ojos. Toso, intentando recobrar mi voz. Los desmanes se alejan de donde estamos nosotros. Los rebeldes siguen al frente; retroceden después de cada arremetida por parte de la autoridad; pero luego regresan a su posición de contraataque, blandiendo los escudos improvisados y sosteniendo sus cascos de construcción. Un gran grupo de estudiantes, que llevan morrales y algunos cantan en favor de la educación pública, sentados en una acera, muy cerca de nosotros, se echan agua, leche o vinagre en el rostro; otros tosen y estornudan.
Una vez el camarógrafo me da el visto bueno de que la cámara está funcionando a plenitud, me acerco lentamente al grupo, prevenido de que no ataquen con improperios y aludan a la discordia, aduciendo que incluso medios alternativos, como el nuestro, hacen parte de los problemas que aquejan actualmente al país.
—¡No nos importan ni la izquierda ni la derecha! —dice, agitado y con voz ahogada, uno de los jóvenes— Estamos luchando por lo justo: educación de calidad, salud pública y un presupuesto digno para las mismas.
—Ellos aseguran que la educación es intocable —añade una mujer, que tiene sus ojos irritados, muy rojos y llorosos, tomando el micrófono—, pero la desfinancian o desvían los recursos que se destinan para ella.
—Pero la violencia parece opacar cualquier intento —les digo.
—No la iniciamos nosotros —dice la mujer, ahora más repuesta—. Ellos quisieron disuadirnos, sacarnos de curso, del un curso que los organizadores habían concertado y establecido con anterioridad.
—¿Y qué esperan si atacan primero? —intercede el joven.
—¿Qué esperan ustedes del gobierno, entonces? —pregunto.
Piernas a toda velocidad, gritos, insultos, empujones, me dejan con la última pregunta hecha y sin posibilidades de de la mínima contestación. Todo el grupo de estudiantes se dispersa; corren hacia diferentes direcciones. El camarógrafo me señala la estación. Corremos entre estallidos de bombas aturdidoras y lo que parecen ser balas de salva. Logramos entrar antes de que los policías auxiliares cierren la única entrada disponible. En los torniquetes están amontonadas decenas de personas temerosas, perplejas. Desde la reja muchos jóvenes, señores y señoras alzan la voz para que les abran y les permitan resguardarse adentro. La mayoría exigen que dejen entrar, al menos, a una señora que lleva a su pequeña hija, que no para de sollozar, en sus trémulos brazos.
—Ábranle solo a ella —grita una mujer apoyando su rostro contra la reja.
—Solo a ella —hacen eco el resto de manifestantes, cuya única distancia de la batalla campal son las escaleras que conducen a la entrada de la estación.
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Tras la muerte, hay otro comienzo
Fantastique¿Escoger la vida cuando la muerte te visite? 💀 A punto de morir por una cirrosis precoz, producto de excesos, decepciones y un duelo, Isaac recibe una visita que lo hace dudar sobre qué tan cuerdo está en aquel momento. Álison, quien se presenta co...