La vida puede ser intensa, desbordante, inesperada y catártica siempre que estés dispuesto a verlo todo con bueno ojo. Habrá días más bonitos que otros, instantes que te roben el aliento, atardeceres que te hagan soltar lágrimas y días oscuros que no querrás recordar demasiado, pero dentro de ese cúmulo de sensaciones, de sentimientos es donde almacenarás los días preferidos, las sonrisas inigualables junto a los recuerdos imborrables que pasarán a formar parte de ti de una forma que nadie nunca podrás imaginar. Solo tu tendrás acceso a esa información sabiendo con quien compartirla, no a todo el mundo se le entrega una parte del alma, eso seguro.
Alejandra nunca se había despertado con una sonrisa en el rostro, ella era del tipo de persona que las sábanas se le quedaban pegadas al cuerpo y tenía que obligarse a levantarse, eso por supuesto poniéndola de un humor de perros. Solo después del café su estado de ánimo mejoraba un poco, pero aquel día todo era distinto, era bastante temprano a juzgar por el frescor del clima y sus ojos se abrieron ansiosos. Observó detenidamente al hombre con el que había dormido toda la noche acurrucada a su pecho, había sido dulce, extraño y único. Jaló sus muñecas que todavía permanecía unidas, para luego sonreír recordando cómo había levantado al hombre en la noche para poder ir al baño.
En un movimiento arriesgado se colocó suavemente sobre el cuerpo delicioso y desnudo de Benja para observar sus rasgos calmos y hermosos. El hombre era divino, hermoso, tan sensual que ella no podía parar de desearlo. Besó suavemente su cuello sintiendo como su excitación regresaba para golpearla fuerte en el vientre, su cuerpo se calentó y su corazón empezó a latir desbocado, un gemido se escapó entonces. Sus piernas alrededor del cuerpo de él se movieron para darle lo que quería, su humedad se frotaba contra la erección que cada vez se hacía más grande haciéndola gemir.
-Buenos días- musitó ella estremeciéndose mientras Benjamin abría los ojos.
-Buenos días, cariño- rugió él tomándola con fuerza del cuello para estampar sus labios juntos.
Se devoraron como siempre deseaban cuando estaban juntos, sus lenguas acariciaban y tentaban peleando por el control hasta que ella se rindió a los deseos de Benjamin sabiendo que eso lo excitaría más. Ella se acercó a su oído cuando él la soltó para que pudieran tomar aliento.
-¿Puedo cabalgarte?- Pidió ella gimiendo.
Él rugió con fuego en los ojos mientras sujetaba sus caderas con fuerza. Su miembro que ya estaba totalmente duro se movió entre sus piernas haciendo que su espalda se arqueara con placer.
-Claro que sí, dulzura- aseguró él moviéndose de nuevo -siempre y cuando yo pueda hacer lo mismo contigo.
-Sabes que sí, nunca puedo negarme a ti- admitió ella con deseo -y tampoco quiero hacerlo.
Ella comenzó a moverse haciéndolos gemir a ambos con fuerza, sus pezones se alzaron y los labios de Benjamin se acercaron para jugar con ellos. Sus dientes la mordían con fuerza excitándola, no podía evitar gemir con fuerza mientras se sujetaba a sus hombros. En un movimiento desesperado levantó por fin sus caderas, colocándose en posición se sentó lentamente sintiendo como él se abría paso en su cuerpo, sus ojos se cerraban mientras gemían. Sus caderas comenzaron a moverse lentamente, él la sujetaba casi marcándola, su mandíbula se apretaba mientras sus rodillas se posicionaban para seguir sus movimientos llegando aún más profundo.
Ella no podía dejar de moverse, se sentía tan bien tenerlo en su interior, su cuerpo gritaba con felicidad mientras su orgasmo se construía.
-Sí, sigue así, cariño- rugió Benjamin impulsándose en su interior - coloca tus manos en mi pecho y cabálgame más rápido.
Ella gimió haciendo lo que le pedía, sus labios se unieron en un beso desordenado mientras sus cuerpos seguían moviéndose. Ale estaba tan cerca que podía sentirlo, doblarse de aquella forma solo hacía que si clítoris se frotara contra él, su cuerpo se estremeció y cuando él la azotó con fuerza ella se corrió con un grito. Su vagina palpitaba alrededor de Benjamin mientras el placer la recorría, ella sintió como él se hundía en su cuerpo levantando sus caderas antes de correrse con fuerza en su interior. Lo sintió palpitar mientras la jalaba a su pecho sin dejar de penetrarla con suavidad.
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El jefe que deseo
RomanceAlejandra Rodríguez es una mujer fuerte, extrovertida y excelente en su trabajo. Desde que una experiencia fallida en las relaciones le dejó bastantes cicatrices, decide que nada como los sentimientos románticos volverán para acosarla de nuevo. Y as...