CLAIR ▹ stephen strange [editando]

PRÓLOGO

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PRÓLOGO.

MUCHO ANTES QUE LA OSCURIDAD EXISTIERON LOS SERES DE LUZ, ángeles, era el nombre que recibían las antiguas míticas criaturas de extrema belleza y delicadas facciones humanoides, muy diferentes a lo que los seres humanos imaginaban incluso sin portar alas fueron concebidos por el universo para traer paz a su propio mundo, el planeta Naaray, donde la vida era próspera y fructífera, reinado por inmensas plantas que servían a sus habitantes, fieles animales que convivían sentientes con los individuos que caminaban entre sus suelos y ricos recursos que se repartían equitativamente por la monarquía.

De la unión de los ángeles nacieron los Arcángeles, niños descendientes con mentes infantes que al llegar a la adultez mantendrían el equilibrio del mundo, amando, protegiendo y enseñando a las futuras generaciones con benevolencia para la posteridad. Fueron naciendo así los nueve elegidos, las nueve musas de sexos indistintos que formarían la agrupación sagrada que establecería la felicidad de los pueblos.

Las nueve musas, creadas a partir del polvo del cosmos y estímulos sensoriomotores. Todos especiales entre sí, sin embargo, habría una distintiva entre todas las musas. La rareza del universo desplegaba a través de su inmenso poderío la creación más artística jamás observada entre estrellas y cúmulos galácticos, una combinación de las Claris, divinas facultades capaces de hacer sucumbir a cualquier criatura sentiente ante su poder, un ser más allá de la medida ficticia que marcaba cuando el sol se oculta o sale había aclimatado la sagrada línea del tiempo para insertar en ella aquel ser resplandeciente que sería capaz de darle vida al universo como faro de honor.

Clarividencia, clariconciencia, clariaudiencia y clarisensibilidad, habilidades que le darían la sabiduría para guiar a sus iguales a la gloria con palabras ecuánimes, la entidad sería la adoración de su raza, un objeto de devoción sagrada sin restricciones ni límites, destinada a bañar con su luz misericordiosa obsequiada por Aquel Que Permanece al universo de primorosa vida. Etérea y beatífica pisaría el suelo descalza la mujer prodigio, y donde pisara la sublimidad sería su acompañante hasta que su sustancia se fusione con su recipiente, aquel que complemente el equilibrio dentro del multiverso para establecer la entropía, la ley máxima que rige el universo sobre el orden y el caos.