Pesadillas

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|Una simple pesadilla|

En aquella pequeña habitación silenciosa, una penetrante oscuridad teñía lentamente cada rincón a su paso, divisó una diminuta grieta, en la cual, al asomarse un peculiar paisaje se abría paso ante sus ojos, un paisaje que carecía de color alguno, al igual que una hoja en blanco.

«¿Qué es este lugar?»

Se preguntaba incesantemente.

Un extraño crujido a sus espaldas captó su atención, un vasto pasillo comenzaba a extenderse entre las paredes del cuarto, con curiosidad inició su recorrido bajo una tenue sombra. Este parecía no tener final, pasos tras pasos se extendía cada vez más, repentinamente el sonido de las manecillas de un reloj resonaban a lo largo del corredor.

Con cada golpeteo el ruido incrementaba aún más provocando un ligero temblor a su alrededor, sentía un agudo dolor en sus oídos al punto de casi sangrar, abruptamente aquel molesto ruido cesó en su totalidad, siendo el silencio el que volvía a reinar.

En la lejanía una llamativa puerta de tonalidad azul se mostró frente a él, giró la perilla con lentitud adentrándose en la siguiente habitación. Al entrar una embriagante sensación lo envolvió con dulzura, una extraña impresión de estar dentro de una enorme burbuja, sus ojos se inundaban en el ocaso mientras que suaves susurros lo acogían como en una melodía de cuna.

Los persistentes llamados a la puerta comenzaban a volverse irritantes, antes de poder darse cuenta ya no se hallaba en su cálida burbuja.

Se encontraba frente a un espejo examinando su rostro repasando cada rasgo. Desde sus oscuras ojeras, su descolorida tez, hasta sus cejas curvadas en una melancólica expresión, su reflejo de felicidad había perecido.

—¿De qué color era.. Mi sonrisa?— declaró en un hilo de voz.

Una solitaria gota de salado rocío resbalaba a lo largo de su mejilla, como la cera de una vela siendo expuesta a las brasas de una lumbre su quebradizo cadáver se fundía en una lenta agonía hasta ya no ser nada.