Prólogo.

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¡Advertencia!
Este contenido es explícito, escenas de abuso sexuales, autolesión y la locura.
Favor de jamás hacer lo que se lee, esto es para disfrutar una historia de meternos en la mente de un futuro loco.
No romantizar en ningún momento este tipo de conductas.

Se de testigos de vuestro mal, del ensueño de la muerte. No temáis a la muerte; podemos ser tan supremos a ella, al miedo no, el miedo es tan supremo a nosotros, les contaré.

Me encontraba en medio de la mesa, el calor lo cubría todo, mire las copas, parecían estar inclinadas de una extraña manera como a punto de caer, sin embargo, no cubrían en nada al extenso humo, el sudor me caía por toda la cara, me resbalaba desde el pelo hasta mi barbilla, ¿Qué me hacía seguir ahí?, todo aquello me pareció tan absurdo. Mirad, personas, basura, y más basura, un pueblillo lleno de contaminación, contaminaciones comunes, tóxica, lumínica, auditiva, visual, bla bla bla, y la peor de todas, la emocional.

Cuantos habrá de nosotros que somos víctimas viles de la actualidad, viviendo de una visceral monotonía gris, pero, ¿lo monótono existirá realmente?, entonces vi la luna en plena noche, esplendorosa, ¡enorme!, tan enorme que parecía una cúpula en el cielo, como el sol. Podía divisar los enormes cráteres sobre su superficie, en verdad era grande, la lógica no me decía nada hasta que respiré un par de veces.

Humo moribundo que te paseas ante las ondas sonoras de la música, la orquesta preparada y una multitud más de ellos traspasan cada partícula de smock diurno. Paredes amarillo combinadas en colores morados cambiantes de un estilo tal vez colonial a barroco, pero, con una sutil esencia moderna.

Miraba cada rostro hundido en diferentes abismos, miraba cada cuerpo en pleno movimiento lento causado por el sin fin de las risas por muchos hombres, trataba de no mirar a los lados, pero era inevitable ver como cada parte del cuerpo de las personas se movían como si la música causara un efecto de descarga eléctrica sobre ellos.

De nuevo puso atención en la mesa y encontró en ella un cenicero el cual hubiera lanzado a cualquier costo, pero algo en el lo detuvo, ¿conciencia? Pensó de nuevo, y la maldijo una y mil veces.

Observó la copa casi en sus manos con el color amarillento de la naranja y lo bebió de un solo trago.
Aún pensaba en esa palabra, “conciencia”.

Pensaba en los cuerpos desechos en aquel lugar, la enorme mansión que se ubicaba cerca de ZAHARA, en dónde por detrás del muro grande que construyeron, abandonado por indios en la guerra por obtener territorio, la llamaban "La zona Muerta", sin darse cuenta de que todo aquello que le rodeaba era un abismo de asesinatos, el cual se preguntaba si era la vida que él quería.
¡No!, solo era producto del manejo de su grupo, de su secta, solo eso, por esa razón la maldecía una y mil veces.

Escuché una voz, era ligera, entonada y clara —¿Aún desea la carne?
Temí, temí mucho, temí no saber lo que me pasaba, fue en tan solo unos segundos que algunos recuerdos volvieron como una película maltratada y vieja, la recordaba a ellos, la forma en que devoraban el manjar de la carne de su propia especie, esa pesadilla que hizo revolver mi estómago, tan pesado, que tenía ganas de vomitar.

Como poder olvidarlo, siento como si una gran parte de mi fuera arrancada vil mente, dejando solo el esqueleto de ello, “recuerdos”. ¿podía evitarse?, pero no quiero contarte mi desconsolado caso, que apenas me deja pensar correctamente.

El mesero por fin trajo a su cliente la comida hizo perder un porcentaje de su tiempo, pero una forma extravagante de contestar captó enseguida su atención y vio en el…

Lo primero que vio en su rostro, fueron esos ojos negros completamente, que no parpadeaban, profundos y maliciosos, encarnados en venas, enormes que ocupaban gran parte de sus ojeras, unas pestañas largas y quebradizas, bajo de ellos, solo una nariz respingada, y unos labios tiernos como la parte más noble de sus facciones.

»Si señor Jeon, buen apetito.«
»Recuerda«

En esa mesa grande y larga había tazas y platillos de porcelana blanca con bordes rojos. Además, se despedía en su comida un suave vapor de agradable fragancia.

—Ahora sí, buen apetito.

Pero a todos nos atrapan, ¿No?

La Zona Muerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora