De regreso en la María, Barboza le indicó a la tripulación que esperaran con el bote sobre las aguas, pues habría que llevar a Danielle a La Condesa para brindarle los cuidados pertinentes a la reciente herida de Montaño. El nuevo capitán de la María ingresó al camarote, notando el pálido semblante de ambas damas. Elena, consumida por el nerviosismo, se lanzó a los brazos de Manuel después de verlo atravesar la puerta, ya que se sentía más segura cuando él o su padre ejercían su autoridad en la María.
Barboza estaba confundido con el comportamiento de Elena, primero ella buscaba la manera de molestarlo para mantenerlo alejado y ahora se alegraba de su presencia.
—Danielle, por favor, prepárate para cambiar de barco. El capitán te necesita en La Condesa ahora mismo. Los muchachos te llevarán y te traerán de regreso cuando sea necesario. Ve, te están esperando —solicitó con un tono delicado.
—Voy enseguida. Elena y yo tenemos un baúl con pertenencias en cada barco —dijo Danielle, mientras se colocaba una pequeña frazada sobre la espalda para cubrirse de la ligera llovizna.
No obstante, la castaña no se quedaría tranquila, saber que su padre necesitaba ayuda, le provocó la inquietud que se le volvería un suplicio.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó al escuchar tan peculiar indicación.
—No pasa nada —Negó el pirata, volviendo el rostro—, tu padre está bien, sólo tiene un rasguño que debe ser atendido.
—¿Un rasguño? ¿Qué le pasó a mi padre?
—Tu padre se batió en un duelo a muerte esta noche, pero ha vencido. Como te dije, es nada más un rasguño —respondió Barboza colocando ambas manos en los hombros de Elena para intentar tranquilizarla.
—Mi padre no se atiende únicamente por rasguños. ¡Yo también quiero ir! ¡Necesito verlo ahora mismo! —reclamó la mujer ya presa de la preocupación.
Un relámpago iluminó el cielo y la luz se reflejó por la ventana.
—¡No irás a ningún lado! —expresó un Barboza alterado, mientras ejercía fuerza en uno de los brazos de su esposa, puesto que esta intentaba salir tras Danielle.
Elena comenzó un forcejeo buscando librarse de la fuerza de Barboza, los gritos y la desesperación por correr hacia el bote, provocaron que Manuel la tomara prácticamente en brazos para llevarla al camarote principal, donde ella se lanzó en golpes y berrinches sobre su esposo.
—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me haces esto?! —preguntó con lágrimas en los ojos.
—¡Te ruego que te calmes! ¡Tu padre es quien no quiere verte! —soltó Barboza después de cerrar la puerta.
—¿Qué dices? Eso es absurdo. ¡Eres tú quien me quiere alejar de todo lo que amo! —reclamó Elena entre sollozos.
—Lamento que creas eso, pero no te estoy mintiendo. Tu padre ha enviado esta carta para ti — dijo al tiempo que le entregaba un papel.
Elena prácticamente arrebató la carta de las manos de Barboza sin limitar sus expresiones de cólera provocadas por la impotencia de no poder salir de la habitación.
Mi muy amada Elena.
Hay tantas cosas que me gustaría que entendieras en esta carta, sobre todo las decisiones que yo como tu padre he tomado. Sin embargo, el que las aceptes o no, será parte de la madurez que vayas alcanzando conforme vayas trazando tu propio camino.
Esta noche he tomado una decisión, por primera vez, no tengo miedo de poner en riesgo mi vida y eso se lo debo a Manuel Barboza. El hombre que acogiste como marido no es solo la persona que será tu compañero de vida, es también quien ha de continuar con mi legado, incluyendo la difícil labor de protegerte y hacerte feliz. Sé que la vida no ha sido lo que tú quisieras, sé que reprochas constantemente vivir en un barco de velas negras y que deseas tener lo que cualquier jovencita de tu edad anhela. Lamento tanto no haberte dado lo que tanto añoraste, lamento haber tenido que arrastrarte al camino que tú no elegiste seguir. Pero hija, quiero que sepas que, si algún día necesitas confiar en alguien, o si un día requieres de ayuda sincera: puedes pedirla a las amistades que yo he forjado en mi trayectoria como pirata. Sí, muchos son desleales, pero no la familia en la que creciste.
Por último, hija mía, te pido que seas fuerte; valiente en todo momento, espero que aprendas a tomar tus propias decisiones con la cabeza fría y con el corazón latente. No olvides nunca lo mucho que te amo y que siempre viviré en tus memorias.
Te ama, tu padre
Elena levantó la mirada de las crudas palabras que su padre escribió sobre aquel papel manchado con pequeñas gotas de sangre. Miró a Manuel, quien aún se encontraba de pie frente a ella, esperando la ola de preguntas que sabía que surgirían.
De nuevo un relámpago se hizo notar, seguido de un trueno del enfurecido cielo.
—Dime si mi padre sigue vivo —exigió con las lágrimas emergiendo de sus ojos.
—Tu padre sigue vivo —consintió el pirata con el mismo miedo que ella manifestaba.
—Entonces... ¿Por qué se despide de mí en esta carta? ¿Qué es lo que está pasando?
Barboza tragó saliva, dudo unos segundo en responder con la verdad, pero tenía claro que ella merecía saberlo.
—Alejandro apareció en el barco de Julia y el capitán será quien lo entregue a la guardia costera en la isla del coco. En realidad, no sabemos si le perdonen la vida o intenten asesinarlo.
Elena recibió la noticia como si hubiese caído al agua turbia y fría del mar, sintiendo un escalofrío correr de los pies a la cabeza, al tiempo que una debilidad le hacía querer sostenerse del mueble más cercano.
—¡No lo van a perdonar! ¡No lo harán! Por favor, tienes que hacer algo, no podemos permitir que lo asesinen.
Las palabras ardían incluso en la garganta, Barboza se sentía igual, era un dolor que se manifestaba desde la cabeza hasta la punta de la lengua.
—Lo siento, pero tu padre ya tomó la decisión y no hay nada que podamos hacer.
La mujer soltó el llanto y cayó en los brazos de Barboza, aquel que dedicaría su noche al consuelo de su esposa.
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Soy tu castigo
Historical Fiction¡Historia ganadora de un watty 2022! Elena es hija del capitán de un barco pirata. Su vida se resume a seguir las órdenes de su padre, acompañándolo en todo momento mientras él ejerce su labor como capitán de bandera negra. La vida de Elena cambia...