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«La suave melodia de una canción romántica que sonaba en la vieja radio siendo opacada por el estruendo de la lluvia, además de el olor a tierra mojada que poco a poco surgía, creaba un ambiente cálido y pacífico dentro del pequeño estudio que Chr...

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«La suave melodia de una canción romántica que sonaba en la vieja radio siendo opacada por el estruendo de la lluvia, además de el olor a tierra mojada que poco a poco surgía, creaba un ambiente cálido y pacífico dentro del pequeño estudio que Christopher tenía en su hogar.

El australiano había estado trabajando en la letra de una nueva canción desde algunas horas atrás, sin embargo, no había escrito ni siquiera tres estrofas; incluso su esposo le llevó café cuando estuvo al tanto de la desconcentración de Bang, pero la ayuda fue efímera.

De pronto, la puerta del estudio se abrió medianamente mientras los ojitos de MinHo se asomaban, su boquita haciendo un puchero mientras veía a su marido arrojar una nueva bola de papel al cesto de basura y procedía a bufar con fuerza.

—Cielo... ¿Estás bien? —preguntó en un tono ameno, buscando no alterar más a su mayor.

Christopher dio media vuelta en su silla giratoria y sonrió con cansancio antes de responder.

—Sí, gatito; estoy bien, así que no debes preocuparte.

El menor terminó de entrar al lugar cerrando la puerta tras él. Se acercó con lentitud al australiano –quien, por cierto, seguía con esa sonrisa floja–.

MinHo conocía perfectamente a su marido, tanto como para poder notar a simple vista que el extranjero se encontraba realmente tenso y exasperado. ¿Debería ampararlo? Sabía que el mayor se negaría rotundamente por el simple hecho de no querer molestar, pero era desesperante y, en cierto modo, frustrante; el verlo de aquella manera no era algo que pudiera dejarlo tranquilo, por más que quisiera.

—Deja eso allí, Bang. Te ayudaré —El menor despojó a su Hyung de las cosas que traía en manos, estas siendo reposadas en la mesa inmediatamente.

—No es necesario, nene...

Sin embargo, Christopher se dejó hacer cuando Lee se posó tras él, comenzando un vaivén con sus manos encima de sus rígidos hombros.

Suspiró, rindiendose por completo justo en el momento en que su nene empezó a tararear para él una suave melodía; MinHo le traía paz...

Él y su hija eran todo lo que necesitaba para estar completamente bien.

—¿Si sabías que te amo mucho, nene? —susurró ensimismado en las caricias que ahora descendían por su pecho.

—Me lo dices a diario, cielo.

—Pero no es suficiente. Las palabras jamás serán tan idóneas y capaces para demostrarte lo mucho que te necesito y... Lo completo que me siento mientras estoy a tu par.

El halagado soltó una risilla, sintiendo la calidez brotar de su pecho y recorrer un caminito hasta los besos rebosantes de cariño que ahora dejaba sobre el rostro de Chan, sentado en su regazo.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐘 𝐎𝐅 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐂𝐄𝐍𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora