Perfecta.
Así la llaman: la coronel alemana más respetada del mundo. Fuerte, brillante, disciplinada. Frente a todos, parece invencible... pero hay una cara de su historia que nadie ha visto.
Aún.
Una misión imposible desatará lo que ha ocultado du...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Cámara este, limpia.—Susurra Samuel por el canal uno.
—Entrada oeste asegurada.—Añade Samara, con su tono siempre firme.
—Punto norte, sin novedades.—Cierra Jazmín.
Los tres ya están en posición, repartidos estratégicamente entre la multitud. Infiltrados como invitados, meseros y fotógrafos, pero con la mirada aguda de soldados listos para matar si es necesario. Nadie lo sabría. Nadie debe saberlo.
Un pitido sutil vibra en nuestros intercomunicadores justo cuando se abren las puertas principales.
—Contacto visual con la escolta principal —Anuncia Gabriel.
Isabella aparece al fin, entrando al salón junto a la joven del vestido lavanda, la hija del presidente. Tiene el porte de quien sabe lo que vale, aunque no lo pida. Va un paso detrás, sin rozarla, sin hablarle. Pero su mirada se clava en cada rincón del salón como una red invisible.
Tiene un vestido rojo ceñido arriba que combina perfectamente con su labial... La hace ver imponente y contrasta con su cabello azabache y ojos verdes.
Yo la observo desde el segundo piso, oculto tras una columna de mármol. Solo me basta un segundo para entenderlo: ella ya ha escaneado la salida de emergencia, el punto ciego bajo las escaleras y la posición del pianista. Su temple es más que profesional.
—La joya llegó.—Mi voz es apenas un soplo en el canal dos, el canal privado.
Isabella no necesita hablar. Basta un leve asentir de cabeza para que todos sepamos que está lista.
La fiesta ha comenzado.
El salón resplandece con luces cálidas, el cristal de las lámparas colgantes lanza reflejos dorados sobre las mesas decoradas con orquídeas blancas y copas altas de champán. La música baja de volumen cuando el maestro de ceremonias le cede el micrófono al presidente.
—Queridos amigos, aliados, hermanos de lucha y familia...—Comienza con una sonrisa orgullosa.—Hoy no estoy aquí como jefe de Estado, sino como padre. Como un hombre que ha visto a su pequeña crecer, transformarse en una joven digna de admiración... y que esta noche cumple quince años.
Los invitados aplauden y muchos sonríen con ternura. La joven en el centro, de vestido lavanda, esboza una tímida sonrisa. Pero Isabella no se mueve.
Está parada un paso detrás de ella, erguida, impecable, con el rostro serio, las manos juntas al frente y la mirada en constante patrullaje. Su cuerpo parece estático, pero sus ojos no paran. De derecha a izquierda, de izquierda a derecha, barren el lugar con precisión matemática.
—¿Alguien más nota que no ha parpadeado en al menos un minuto?—Murmura Samara por el canal interno.